Si piensas en Misión Imposible piensas en Tom Cruise corriendo, escenas de acción absolutamente piradas, un equipo unido y, por supuesto... las máscaras. Las condenadas máscaras de látex que tantos giros locos han dado a lo largo de la saga y que no solo son una seña distintiva de las películas, sino que vienen de la serie original. Al principio, algún que otro episodio se gastó en decir lo mucho que les costaba hacer ese tipo de máscaras, pero después se fue suavizando, al igual que en las secuelas cinematográficas, para convertirse en un elemento más de la trama. Francamente, cómo voy a echar de menos a Ethan Hunt y sus locuras.

Yo soy la máscara
Conste que incluso ahora, con impresoras 3D y avances muy punteros en la técnica, es imposible crear máscaras tan exactas como las que se muestran a lo largo de la saga, con momentazos inolvidables (si me preguntan, mi favorito es el del inicio de Misión Imposible: Fallout). Sin embargo, no siempre han tenido acceso a máscaras de última tecnología y, a veces, Hunt se ha tenido que conformar con tratar de pasar desapercibido con un bigote de pega... O ponerse otro tipo de máscara.
En la primera entrega, un sicario ponía a Hunt una máscara para que no viera a dónde le llevaba, En Misión Imposible: Protocolo fantasma este sicario vuelve a aparecer para ponérsela... Y es, efectivamente, la misma máscara. Que no se diga que Brad Bird -y la franquicia en general- no cuida los detalles.

Aunque Misión Imposible: Sentencia Final ha recaudado 571 millones de dólares en todo el mundo, dado que ha costado cerca de 400 millones se considera un pequeño gran fracaso (aunque es bien sabido que Paramount lo recuperará después con los alquileres desde casa y el negocio del streaming). ¿Tendremos más misiones algún día? Mientras Tom Cruise pueda seguir corriendo, nunca digas nunca jamás.