Los productores no paraban de pedirle cambios, así que inventó un botón que les daba lo que querían: nada
Pedro Gallego
Pedro Gallego
-Redactor de cine y series
Periodista cultural con varios años de experiencia con especial interés en el cine y las series. Busca las mejores recomendaciones para ver en las diferentes plataformas de streaming.

El efecto placebo más divertido posible

Rob Verhorst/Redferns/Getty Images

En el proceso de crear arte tienes que pasar a menudo por el feedback de gente que no se encarga de la faceta más creativa, sino de la más puramente comercial. Y para dar sensación de que están aportando en ambas facetas, pueden dar notas o sugerencias que muestran que no sabían realmente de qué estaban hablando. Algunos artistas han encontrado la manera de sortear estos problemas sin tener que dar muchas explicaciones o acabar en enfrentamientos.

Su nombre no sonará de primeras, pero la historia de Lee Sklar atraviesa muchas décadas de historia de la música, y su nombre ha estado ligado a producciones y músicos de todo tipo. Bajista de inmenso talento, el artista de Milwaukee ha participado en al menos 2.000 discos a lo largo de su carrera como músico de sesión y ha participado también en cientos de giras de muchos otros cantantes y grupos, incluyendo James Taylor, Phil Collins, Linda Ronstadt o Toto.

Una jugada de veterano

Sklar es un dominador de la técnica de tocar su instrumento, pero también de la manera en la que funciona internamente, experimentando siempre con posibles mejoras para llevar el sonido a otro nivel. La más interesante de todas buscaba casi el efecto contrario, saliendo como respuesta a las múltiples sugerencias que productores de todo tipo le daban mientras grababa para otros.

La exigencia más recurrente era que probase un sonido diferente al que estaba tocando, aunque el bajista tuviera claro que no hacía falta complicarse la vida porque tenían lo que era necesario. Es por ello que implementó en sus bajos un botón que llamó “el interruptor del productor” y que apretaba cada vez que le pedían algo distinto, pero sin ser demasiado concretos.

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La particularidad de este interruptor era que no hacía nada, porque no tenía cables que lo conectasen a ninguna parte que pudieran alterar el tono o el sonido que estaba produciendo. “Si estoy en una sesión y el productor me pide que consiga un sonido diferente, me aseguro de que me vea pulsar este interruptor y luego simplemente cambio un poco la posición de la mano”. A través de este efecto placebo Sklar dejaba a la gente que tuviera la sensación de que estaba aportando, y él no tenía que meterse en discusiones innecesarias. Ahora ha colaborado con diferentes fabricantes de instrumentos para incorporar directamente el “interruptor del productor” en su propia línea de bajos.

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