En Hollywood hay sindicatos más fuertes que en la mayoría de sectores, tratando de proteger la situación y el prestigio de gremios. El de los directores es uno de los más contundentes, intentando proteger a toda costa el nombre del director y su posición desde que gente como Clint Eastwood intentase reemplazar a los suyos. Salvo catástrofe mayúscula, el nombre del autor no se puede borrar de una película. En esos casos horribles, el director puede usar un seudónimo como Alan Smithee para que nadie le conecte con el desastre.
Así, el nombre de Stephen Greene que vemos en la película Un accidente llamado amor no pertenece realmente a una persona real. No existe. La película tuvo que agarrarse a poner el crédito a esta no persona porque su director no quiso saber nada del desastre que se venía, aunque llevase casi una década intentando levantarla.
Antes de llamarse Un accidente llamado amor, la película se iba a llamar Nailed, basada en un libro de romance, humor y política. Uno que llamó la atención del director David O’Russell, que buscaba hacer algo en la misma línea de comedia alocada que su película Extrañas coincidencias. En 2008 empezó la producción con un reparto que incluía a Jessica Biel, Jake Gyllenhaal y James Caan.
Un accidente sin frenos
Pero Caan no acabó haciendo la película. El actor tuvo un enfrentamiento verbal muy intenso con el director, que tenía ya un largo historial de enfrentarse con sus actores en el set y crear ambientes de trabajo tóxicos. James abandonó la película y se le buscó un reemplazo de última hora. Pero los problemas se siguieron acumulando al rodaje, con los productores topándose con las falsas promesas de unos socios financieros que nunca pagaron lo prometido, llevándoles a dar largas al equipo sobre cuándo les iban a pagar.
La película tuvo que parar el rodaje dos días antes de su supuesta fecha final, porque las deudas se habían vuelto algo desproporcionado. Un escena clave se quedó sin rodar y, conforme pasaron los meses, se volvía cada vez más complicado hacerla de manera que encajase con lo ya rodado. Dos años después, los productores abandonaron la película, así como su director.
Es entonces cuando los socios financieros que no llegaron a pagar regresaron para intentar hacer la película con lo que ya había rodado, haciendo un montaje sin el director que fuese medianamente estrenable. Cuando lo testaron en pases privados, las reacciones fueron terribles. Estos “mecenas” acabaron en bancarrota y volvieron a dejar la película en el aire, siendo recogida por Millennium Entertainment, que terminó de montarla y le cambió el título.
“Vamos, marica, golpéame”: George Clooney se niega a trabajar de nuevo con el director favorito de Christian BaleTodos estos cambios fueron los que permitieron que David O’Russell borrase su nombre de la película y se permitiese el uso de un pseudónimo. Cuando la película finalmente se estrenó en 2015, con una campaña de marketing ínfima sin estrellas que quisieran hacer promoción, así como críticas terribles que señalaron que era un producto inacabado. En cines fue un absoluto fracaso, recaudando apenas 140.000 dólares tras haber costado 26 millones rodarla. Poco después la película pasó a venderse en DVD y plataformas de alquiler, y Millennium Entertainment entró en bancarrota.
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