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    Cannes 2017: François Ozon con ‘L’amant double’ entrega la película más bizarra de la competición

    ‘L’amant double’ cosecha inmerecidos silbidos entre la prensa con Ozon desatado tratando de emular a Brian DePalma. Recuperamos dos películas intrigantes: ‘120 battements par minute’ de Robin Campillo y ‘Un beau soleil intérieur’ de Claire Denis.

    Mars Films

    El primer plano de L’amant doublé, el retorno de François Ozon a la competición de Cannes tras presentar en 2013 Joven y bonita, ya es toda una declaración de intenciones: un close-up de una citología vaginal que alerta que ésta va a ser de todo, menos una película acomodaticia. Ejercicio casi a modo de homenaje al maestro Brian De Palma -tanto del primerizo, Hermanas (1973), como del postrero, Femme Fatale (2002)-, la película de Ozon se adentra en el thriller psicológico de alto voltaje, siguiendo los pasos de una joven (Marine Vacth, con un corte de pelo que recuerda al de Mia Farrow en La semilla del diablo (1968)) atrapada entre dos hombres que, además, son hermanos gemelos (y psiquiatras). Con Inseparables (1988) de David Cronenberg como referente argumental más directo, Ozon se lo pasa pirata enrareciendo y llevando a cotas viscerales la pesadilla vivida por la chica y su propio discurso (reciclado de muchos títulos antes) sobre el frágil y pérfido equilibrio que existe entre el hermano fuerte y el hermano débil en una pareja de gemelos. Con Ozon siempre todo es cuestión de argumento, su punto fuerte es la construcción de historias plagadas de efectismos que suelen siempre ir premiadas con el aprecio del público, su gusto por tratar los géneros torciéndolos según le precie le ha dado tanto resultados atractivos -Swimming Pool (2003)- como llamativos -5x2 (2004)-, hace de él un realizador tan inquieto como irregular, logrando en L’amant double una de sus mejores películas. Ya no sólo porque logra crear un discurso realmente bizarro sobre el mundo de los gemelos (hermanos que se devoran entre ellos), sino porque la película está plagada de golpes de efecto -hay una escena con strap-on que es un no parar de reír- que al adorador del fantástico le resultará de lo más disfrutable. Una pena que en Cannes no abunden los cronistas amantes del género.

    Mars Films

    Y ahora, damos paso a nuestra compañera Eulàlia Iglesias, para que nos hable de dos películas que se nos escaparon.

    Militancia y deseo en tiempos del SIDA

    Dos películas tan diferentes como la catalana Estiu 1993 de Carla Simón y 120 battements par minute de Robin Campillo, presentada en este Festival de Cannes, ponen de manifiesto que ha llegado la hora de hacer memoria de los tiempos del SIDA, esa faceta de los años ochenta y noventa que la nostalgia pop de la época tiende a olvidar. Campillo reivindica la militancia que entre las filas de los movimientos gays se llevó a cabo para visibilizar la enfermedad y demandar políticas sanitarias públicas a la altura. Centra su película en el grupo Act-Up París, en el que él también estuvo involucrado. El filme combina la inmersión en las asambleas periódicas de la asociación con el seguimiento de algunos de los personajes afectados por el virus, es decir, equilibra lucha y amor, militancia pública y vivencia íntima.

    Guionista y montador de, entre otras, La clase de Laurent Cantet, Campillo aplica recursos parecidos a la hora de transmitir desde una misma inmediatez la viveza y la polifonía de las reuniones de los militantes de Act-Up, con sus enfrentamientos internos, intervenciones dolorosas y propuestas apasionadas. 120 battements par minute apuesta por el protagonismo colectivo y al mismo tiempo heterogéneo, hasta el punto que los dos personajes principales, Thibauld, uno de los portavoces del grupo que encarna la vertiente más militante y Sean, otro de los integrantes que deviene el depositario del drama, no sienten demasiada simpatía el uno por el otro. Y si parte de la película plasma las formas de funcionamiento de ciertas militancias, la otra parte explica, a través del personaje de Sean, lo que significaba vivir, amar, desear y morir del SIDA con apenas veintipocos años. Muestra del cine queer más coherente, la película visibiliza la experiencia del SIDA sin estigmatizar a sus personajes ni reducirlos a meras víctimas pasivas de una enfermedad. Campillo además se hace eco de la urgencia con que se movían estos militantes ante la forma fulminante en que actuaba el virus.

    120 battements par minute es también un filme sobre la militancia como forma de vida alternativa, como espacio que establece otras formas de relación social más allá de la familia tradicional, donde se intentan conjugar de forma coherente, con todas sus fricciones, la vida pública y la privada. Y en su reivindicación de unos movimientos sociales vivos, activos, dialécticos y heterogéneos que inciden de forma positiva en la organización democrática, el filme de Campillo conecta como ninguno, sin dejar de construir memoria histórica, con las urgencias de nuestro presente.

    Céline Nieszawer

    De las retóricas del amor

    Encargada de inaugurar la Quincena de Realizadores, Un beau soleil intérieur supone todo un cambio de registro para Claire Denis, directora de Beau Travail o Trouble Everyday. Frente a la oscuridad de la mayoría de sus películas aquí aplica un registro luminoso, la locuacidad de los cuerpos deja paso a la retórica de las palabras y el registro dramático se aparca en pro del tono de comedia. Denis parte de Fragmentos de un discurso amoroso, el ensayo de Roland Barthes en torno a la naturaleza y las retóricas del amor, para armar una suerte de comedia dramática romántica en torno a Isabelle, una Juliette Binoche en estado de gracia. Como una Gertrud en tiempos del amor líquido, Isabelle encadena una pareja tras otra en una búsqueda infatigable y a la vez un tanto desesperada de la pasión. Sin mirar por encima del hombro a su protagonista, Denis observa desde cierto distanciamiento sus relaciones y plasma las variantes bajo las que se expresa esa cosa llamada amor: la confusión entre desear y querer, las tendencias posesivas, el auge y caída del enamoramiento, las dificultades para pulsar la reciprocidad en el deseo... La película se cierra con uno de los mejores finales del cine reciente, una conversación entre Binoche y otro monstruo del cine francés que no aparece hasta este momento, Gérard Depardieu. Una charla a priori trivial que pone en evidencia el sublime patetismo que se esconde tras la obsesión amorosa. O, como decía el heterónimo de Fernando Pessoa Álvaro de Campos, todas las cartas de amor son ridículas, pero más ridículos son los que nunca han escrito una carta de amor.

    Ad Vitam

    Día 0: Un felliniano Arnaud Desplechin inaugura el festival con 'Les fantômes d’Ismaël'

    Día 1: Llega el gran cine americano con 'Wonderstruck' de Todd Haynes

    Día 2: Netflix, pese a los 'haters', impone su ley con la fabulosa 'Okja' de Bong Joon-ho

    Día 3: Violaciones, jeringuillas y kickboxing llenan de sangre 'Prayer For Dawn'

    Día 4: Desembarco de estrellas americanas: Adam Sandler, Jeremy Renner, Elisabeth Olsen y… ¡Clint Eastwood!

    Día 5: Con 'Happy End', Michael Haneke no convence ni a los 'hanekianos'

    Día 6: Vida y (próxima) muerte de un cronista en el Festival

    Día 7: Las 'riot grrrls' de Sofia Coppola resucitan el Festival en 'La seducción'

    Día 8: Robert Pattinson arrasa en la magistral 'Good Time'

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