Por una carrera (más o menos) polifacética
Valorando sus inicios en la industria del cine, lo esperable era que Johnston se fuera a dedicar siempre a aventuras de inseparable componente fantástico, pero después del éxito de Jumanji la cosa cambió moderadamente. El inquieto cineasta fue de repente asociado al proyecto de la primera película de El increíble Hulk en acción real, pero su precipitada salida de un trabajo que le hacía especial ilusión provocó que se distanciara momentáneamente del cine de gran presupuesto. Así llegó, en 1999, a Cielo de octubre, un melodrama de época protagonizado por Jake Gyllenhaal y Laura Dern que, curiosamente, le valió las críticas más calurosas de toda su carrera.
Universal Pictures
Entrados en los 2000, Johnston no tardó en volver a lo que de verdad le gustaba, y dirigió films destinados a reventar las taquillas tales como Parque Jurásico III -una película en absoluto tan mala como se dijo en su día, o que por lo menos era bastante superior a El mundo perdido por mucho que la dirigiera Spielberg-, la estupenda Océanos de fuego con Viggo Mortensen o la calamitosa El hombre lobo con Benicio Del Toro. Ninguna de estas películas se desempeñó mal en taquilla, consolidando la buena mano que Johnston tenía con los grandes presupuestos, y así es cómo Marvel llamó a su puerta.
Por su aportación al Universo Cinematográfico de Marvel
La última película de Johnston hasta la fecha no es ni mucho menos la mejor valorada dentro de este ambicioso y multimillonario 'crossover', pero la decisión de contratar al director de Jumanji le otorgó un insospechado encanto a una película que, de forma aún más acusada que las anteriores, no dejaba de ser un largo 'flashback' que conduciría a Los Vengadores de Joss Whedon.
Paramount Pictures
Sin embargo, la artesanía de Johnston hizo de Capitán América. El primer vengador un film de aventuras que no parecía de esta época -sin que tuviera algo que ver el hecho de que se ambientara en la Segunda Guerra Mundial-, con una estructura añeja, un tono ingenuo y, en definitiva, un gusto por hacer las cosas con cariño que dio lugar a un film bastante imperfecto -es imperdonable que siendo los nazis los malos algunos tramos de la película se hagan tan aburridos-, pero, sin duda, irrepetible. A no ser que la Casa de las Ideas vuelva a llamar a Joe Johnston y le convenza de no retirarse, claro. Cruzamos los dedos.