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    San Sebastián 2018: Strickland firma el gran 'WTF' del festival con 'In Fabric'

    Valeria Sarmiento agota al público con 'The Black Book' y Markus Schleinzer decepciona con la pictórica 'Angelo'. Pese a momentos de lucidez, Cuerda se pasa de anticuado en 'Tiempo después'.

    Peter Strickland no es un director fácil. Ya avisamos. Y va a ser muy difícil explicar lo que supone su última película In Fabric. También avisamos. Con ella, el realizador británico compite en la Sección Oficial y -envalentonándonos antes de haber visto High-Life de Claire Denis- firma el gran 'WTF' del Festival. ¡Ojo!, lo que no significa que sea algo malo.

    La cinta está ambientada durante el periodo de rebajas de invierno de unos grandes almacenes y sigue a varias personas mientras están en posesión de un vestido maldito. Visto así, parece fácil, pero esto que acabas de leer ni se le acerca a lo que es realmente la locura del filme de Strickland.

    In Fabric es una crítica al consumismo y al culto al cuerpo. Pero también es un trabajo que recuerda a las brujas de Suspiria (1977) de Dario Argento y al neumático asesino de Rubber (2010). Incluso es un título que tiene una pizca de las utopías de Yorgos Lanthimos y que puede llevar a algún fan de Marvel a pensar en el gamberrismo de Deadpool (2016).

    Que Strickland sea un amante del cine 'giallo' no es ningún secreto. Ya lo demostró en Berberian Sound Studio (2012) con la historia del personaje interpretado por Toby Jones. Pero en In Fabric lo recupera a través de unas imágenes a las que poco les importa la coherencia del filme, y unos sonidos con los que se engancha a los oídos del público para perturbarlo. El realizador juega también con el absurdo, la sexualidad y la rareza para añadir grandes dosis de comedia.

    In Fabric contiene vampirismo, una escena sexual que costará olvidar, diálogos apabullantes, situaciones extremadamente bizarras,… Strickland hace todo esto y mucho más en una cinta que ha despertado grandes carcajadas y aplausos en su proyección durante el Festival. Y eso que el pase era para prensa e íbamos -o eso creíamos- preparados para algo que sabíamos que iba a ser muy loco. Nos morimos de ganas por saber cómo va a reaccionar el público. Bendita locura la tuya, Strickland.

    'The Black Book': Un folletín disparatado

    Cuando Christopher Nolan puso el broche de oro a su trilogía de El Caballero Oscuro con La leyenda renace (2012), al director se le coló un momento tan ridículo que muchos no podían creer que un realizador como él pudiese cometer tal fallo. La exagerada muerte de Talia Al Ghul (Marion Cotillard) parecía sacada de la película de un aficionado. Y ese momento es lo que nos ha hecho recordar The Black Book, lo nuevo de Valeria Sarmiento que compite en Sección Oficial.

    El filme, inspirado libremente en Libro negro del Padre Dinis (1855) de Camilo Castelo Branco, sigue la historia de Laura (Lou de Laâge), una criada del siglo XVIII, y el pequeño Sebastian, el niño al que cuida. La realizadora chilena firma una cinta que, si bien sigue el espíritu de los folletines de Branco con su estética, tono e interpretaciones; no sabe muy bien si reírse de sí misma o tomarse en serio.

    Sarmiento satura los colores de la película y dota a la narrativa de un espacio teatral en el que los lugares y las entradas en plano se tiñen de irreales. Pero si la Anna Karenina (2012) de Joe Wright asombraba por su puesta en escena introduciendo elementos de este arte escénico, The Black Book subraya demasiado los acontecimientos volviéndose pesada y provocando risas inciertas. Lo que prometía en un principio ser una historia de aventuras, se vuelve un absurdo disparate.

    Los segundos finales de su proyección han levantado el aplauso de los allí presentes, pero no por algo bueno. Más bien parecía la victoria del público, que ha sido testigo, por fin, de que la cinta estaba a muy poco de llegar a su final. 

    Andrea Zamora

    'Angelo': Un adorno para la nobleza

    También en Oficial, nos ha decepcionado Angelo, el nuevo trabajo como director de Markus Schleinzer, inspirado en la vida real de Angelo Soleiman, esclavo, ayudante de cámara, preceptor de los príncipes de Liechtenstein y destacado personaje de la comunidad vienesa del siglo XVIII.

    Aunque con ideas interesantes, como la pérdida y la confiscación de la identidad, el también director de Michael (2011) se recrea en larguísimos planos estáticos que han llevado a más de uno al letargo, si no al bostezo, durante la proyección. El filme se divide en tres actos y va desde la educación de Angelo por una incorruptible condesa (Alba Rohrwacher) del imperio Habsburgo -que desea civilizarlo para que se convierta en un ser humano- hasta su transformación en trofeo de la alta sociedad y su expulsión de los círculos nobles como consecuencia de su matrimonio en secreto con una mujer blanca y su posterior 'libertad' forzosa.

    Como ya destacó la crítica tras su paso por Toronto, una escena destaca sobre el total que compone el metraje, bañado por abstrusas conversaciones sobre opresión e independencia con el emperador. Recargada y pictórica, como la mayoría de la cinta, muestra al joven protagonista lujosamente vestido con casaca, chupa, calzón y medias, sentado para hablar ‘de igual a igual’ con otro hombre africano, supuestamente un siervo. Ninguno de los dos pronuncia una sola palabra y, como para distanciarse todavía más, Angelo dirige hacia su nueva compañía las suelas de unos zapatos de una limpieza que roza lo translúcido. Y justo ahí es donde el mensaje de Schleinzer, enmarcado por el silencio, se muestra más poderoso: el de que, por mucho que imite las costumbres de sus dueños, Angelo seguirá siendo invisible y marginado como individuo.

    Tiempo después': El vetusto regreso de Cuerda

    Fuera de concurso, José Luis Cuerda ha presentado Tiempo después, su vuelta a la dirección seis años después de Todo es silencio (2012). El autor de Amanece, que no es poco (1989), La lengua de las mariposas (1999) y Los girasoles ciegos (2008) nos sitúa en el año 9177, mil años arriba, mil años abajo, cuando todo el universo ha quedado reducido a un solo Edificio Representativo donde reina la anarquía más absoluta y un campamento de parados situado en las afueras.

    Divertida y bastante cachonda por momentos, el milagroso regreso del septuagenario cineasta funciona mejor como 'sketches' autónomos que como película. Hay situaciones de una soberbia ufanidad, como las charletas entre los barberos interpretados por Arturo Valls y Berto Romero, las enseñanzas del guardia civil que personifica un excelente Miguel Rellán, los casi cameos de Gabino Diego y Antonio de la Torre y la jocosa representación de una juventud bastante achulada, inane y abstencionista. Pero nada de eso exculpa ni un tono general vetusto y añejo ni el desaprovechamiento de actores como Roberto Álamo, Blanca Suárez y Joaquín Reyes ni varias escenas de (supuesto) humor muy pasadas de rosca.

    Santiago Gimeno

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