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    Sitges 2018: Lars von Trier, tras el varapalo en Cannes, conquista Sitges con la demencial 'The House That Jack Built'

    Pasado el tsunami 'Virtual Hero', vuelve el cine a Sitges. Hoy toca hablar de cineastas europeos: 'The House That Jack Built' y 'Galveston'.

    Superado el 'impasse' mediático donde una figura tan gigante como la de El Rubius se paseó por Sitges defendiendo con orgullo su primera serie animada, Virtual Hero, hoy toca volver a hablar de películas. De buenas, polémicas, delirantes y zumbadas películas. El día arrancó muy fuerte con la nueva película de Lars von Trier The House That Jack Built, crónica episódica de un asesino en serie -impresionante Matt Dillon, qué generosidad la suya- que sirve tanto como para elevar el cine de 'serial killers' a las primeras ligas del cine de autor (algo que nadie necesitaba) como una especie de autobiografía del propio cineasta (mucho más interesante).

    Es decir, que mientras vemos a Jack desatar su frío canibalismo insultando y mutilando a mujeres y disparando a niños a quemarropa, al mismo tiempo Von Trier hace una autoexpiación de su propia condición de creador en apuros. Jack y Lars son la misma persona: gente entregada fieramente a su trabajo y que, sin embargo, siempre encuentran el mismo problema a la hora de hacerlo, ellos mismos. No es perfeccionismo, es obsesión, es neurosis, es el híper-control que acaba desatando todos los miedos del ser humano. De ahí que la parafernalia confesional sea una vía en canal para tratar de expiar a un cineasta que, prácticamente desde Dogville (2003) anda más preocupado por transgredir que por convencer. Al igual que Gaspar Noé, es un cineasta privilegiado, de un talento cósmico -mirar si no Melancolía (2011)- un esteta que intentó escupirse a sí mismo para obligarse a cambiar la historia del cine. De ahí que sus últimas películas se hipertrofien en el desgarro, abunde el humor macabro y busque meter miles de referencias cruzadas a modo de coartada cultural. Lars tiene miedo y no debería. Porque incluso con todas las pegas que se le quiera poner a The House That Jack Built, empezando por su latente misoginia (todas las mujeres de la película son dibujadas como seres insoportables), aún así es una película tremenda la cojas por donde la cojas. Aunque quizás lo mejor sea cogerla por ese final a lo Divina Comedia donde el director de Rompiendo las olas (1996) deja claro que, cuando quiere, es alguien insuperable.

    Mélanie Laurent es principalmente conocida por sus papeles como actriz -Malditos bastardos (2009), Beginners (2010)- e, incluso, por sus discos en solitario (no canta nada mal); pero al mismo tiempo ha ido, pasito a pasito, consolidando una carrera como directora que con Galveston, presentada el domingo en Sitges, llegaría a su cuarta y mejor película detrás de la cámara. Adaptando la novela homónima de Nic Pizzolatto y protagonizada por un brutal Ben Foster y una siempre solvente Elle Fanning, la película cuenta la huida de Nueva Orleans de un ladrón alcohólico y una prostituta a la caza del sueño americano, al ser perseguidos por unos gángsters que buscan acabar con su vida. Relato en negro de los sinsabores de la vida para aquellos que juegan con las peores cartas del mundo y que, sin embargo, en sus mejores momentos podría recordar a The Florida Project (2017), al anclarse la pareja en un motel de carretera junto a la hermana pequeña de la protagonista. Al final, la violencia se cuela por sus costuras y el relato se vuelve sombrío y terrorífico, con una frialdad compositiva que evita que el film vaya por la vía del exceso. Buena, probablemente muy buena, película que, por contenido, sienta como un puñetazo en los dientes.

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