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    Cannes Día 4: El director de 'Spotlight', Tom McCarthy, regresa con un nuevo thriller social: 'Stillwater'

    Tras la resaca del huracán Verhoeven hoy todo parece más convencional: 'Stillwater' de Tom McCarthy, 'Where is Anne Frank' de Ari Folman y 'Compartment Nº6' de Juho Kuosmanen.

    El triunfo de Spotlight (2015) en los Oscars -la favorita, recordemos, era El renacido (2015)- sirvió para situar a nivel popular a su muy interesante director (también guionista y actor), el norteamericano Tom McCarthy. Cineasta comprometido con la actualidad social de su tiempo, ya nos había entregado películas de todo tipo, desde la muy interesante The Station Agent (2013) hasta una comedia amable de Adam Sandler como es Con la magia en los zapatos (2014). Spotlight destacaba tanto por su nervio implacable como por su capacidad de para retratar a la perfección el periodismo de investigación, siguiendo la estela de J. Pakula en Todos los hombres del presidente (1976). En Stillwater, que según veo en iMDB se llamará en España Cuestión de sangre, McCarthy se inspira en la historia real de Amanda Knox. En ella se nos cuenta como Bill Baker (Matt Damon), un obrero de Stillwater (Oklahoma) viaja a Marsella para tratar de sacar a su hija (Abigail Breslin) de la cárcel, acusada de asesinato y que, ante la falta de recursos económicos, decidirá sacar adelante la investigación criminal por su cuenta y riesgo.

    Así lo que arranca como una investigación a pie de calle con más voluntad que luces por un hombre tremendamente superado por la dramática situación -aquí es clave la interpretación redneck de Damon, poniendo cuerpo de cómoda de IKEA, ceño fruncido y escasas palabras a su personaje- girará a medio metraje hacia el melodrama familiar, cuando la hija encarcelada decide aceptar su destino y Baker liga lazos afectivos con una madre soltera francesa (Camille Cottin) y su hija pequeña. La película entra entonces en un valle extraño y flácido del que parece no poder salir -no ayuda que la duración llegue a los 140 minutos-, donde McCarthy parece mucho más interesado en hablarnos de la recomposición emocional en las familias desestructuradas y la problemática social (y criminal) de los barrios pobres de Marsella, que en recordar que estábamos delante de un film de intriga. Suspendido en suspense, para cuando McCarthy cierra el tremendo final de la película -ahí hay miga moral que justifica todo el proyecto-, mi sensación era de no saber si yo había perdido el hilo de la película o es que nunca había llegado a entender exactamente qué es lo que el cineasta quería contarme.

    Regresó Ari Folman a Cannes con una nueva cinta de animación que, en esta ocasión, se distancia de las experimentaciones formales de sus films precedentes -las tremendas Vals con Bashir (2008), cruce entre cine documental y ficción animada, y El congreso (2013), sci-fi lisérgico entre la distopía tecnológica y la animación multi referencial, casi un acto terrorista para desmontar la industria cinematográfica tal y como se rige en Hollywood-, para acercarnos a un relato más clásico, adaptando por la vía del cómic metafórico la muy conocida y muy triste historia de Anna Frank. Adaptando su propia novela gráfica, Where is Anne Frank, toma como protagonista a Kitty, la amiga imaginaria de la joven judía a quién escribe en su diario cuando los nazis ocuparon Amsterdam. Con ecos a esa obra cumbre del cómic que es Maus de Art Spiegelman, pero con un tono de fábula triste, la película de Folman atiende al descubrimiento de Kitty del horror vivido por Anna en continua rima con los problemas sociales de la actualidad (inmigración ilegal, principalmente). La queja es continua en la película: Anna Frank está presente por todas partes -puente, teatro, hogar/museo- pero la gente parece haberse olvidado de lo que realmente implica su diario. Que la persecución, tortura y extermino de una etnia social por parte de un partido de ultraderecha que se ha hecho con el poder, obviamente, es uno de los horrores más oscuros de la historia de la humanidad. Pero que la semilla implícita en dicho horror -el racismo, el ultranacionalismo, señalar a un colectivo minoritario como fuente de los problemas de todo un país, en definitiva, generar y alimentar el odio hasta que este deviene en barbarie- sigue presente entre nosotros en el año 2021. Así que el ejercicio de memoria que impone con alto nivel estético Where is Anne Frank es tremendamente necesario, por más que hayamos leído la historia una y mil veces. Sin la memoria, sin la cultura, sin la educación, no somos nada.

    Cerramos con el finlandés Juho Kuosmanen, firmante de un mini-hit indie llamado El día más feliz en la vida de Olli Maki en el año 2016, que ha presentado en competición oficial Compartment Nº6, una comedia romántica donde lo exótico del decorado -hombre y mujer antitéticos, él es un gañán ruso de cuidado y ella una estudiante de arqueología finlandesa que quiere ver unas pinturas rupestres en un pueblo congelado, atrapados en un mismo camarote en el transiberiano- no esconde un corazón de comedia clásica norteamericana (más Preston Sturges que Ernst Lubitsch, más trompazos y equívocos que finura y vuelta de tuerca femenina). Aquí es ella (Yuliya Aug) la aspirante a científica que acabará enredada en la frágil rudeza del trampero de la construcción (Yuriy Borisov). Historia de amor aparentemente imposible y con broncas continuas (bastante divertidas) situada en un paraje helado -magnífico el cierre bajo la tormenta de nieve con la pareja jugando a juegos infantiles- sorprende por su fluidez y suavidad a la hora de contagiar la emoción al espectador. Nada que no hayamos visto antes, esto podría ser un Cuando Vadim encontró a Natalia, pero con la suficiente modestia y simpatía para que le haga un hueco en este viejo corazón de crítico (madre mía que frasecita para terminar).

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