En El congreso, Robin Wright, la princesa prometida, la chica de , es una madre preocupada por su hijo enfermo y una actriz que ha entrado con poca fortuna en la madurez. Se presta entonces a firmar el último contrato de su carrera, que permitirá a un ordenador recrear sus habilidades interpretativas.
Cuando Wright se queja del contrato porque en él pone que su clon podría participar en películas de ciencia ficción, un productor responde, habla sobre el género y señala el cariz profundo, a veces complejo, de la ciencia ficción. Algo de todo esto hay en El congreso, una película con una profusa masa teórica, desplegada primero a partir de diálogos y de discursos. Se podría argumentar que El congreso tiende a la verbalización, especial y precisamente en su faceta más reflexiva; pero esto sería desechar la brillantez de una propuesta estética profunda y muy clara, que ahonda en la relac
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