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    Esta serie ha sido mi placer culpable durante la cuarentena y no me arrepiento de nada

    ¿A qué ficción te has enganchado tu y no te has atrevido a revelar?

    Todos tenemos ese pequeño placer culpable seriéfilo. Esa serie que te encanta ver a pesar de que no entra en tus cánones de gustos. Sabes que no deberías verla o porque es mala o porque te dijo tu mejor amiga que te vieses de una vez Breaking Bad pero, aun así, decides seguir con ella y disfrutarla como si no hubiese mañana, poniéndote un episodio tras episodio.

    Por esto mismo, la redacción de SensaCine ha revelado las series que han sido sus placeres culpables durante la cuarentena. Algunas simplemente han sido el mejor acompañamiento y otras han caído por el tema que tratan. Puedes verlas tú también o aprovechar y compartir también tu placer culpable. Aquí nadie te juzgará:

    ‘Love Life’ (HBO España)

    Santiago Gimeno

    En primer lugar, he de confesar que durante esta cuarentena he recurrido, y mucho, a perfeccionar mi isla del Animal Crossing: New Horizons para desconectar del día a día y, al comienzo de la pandemia, para combatir la imposibilidad de salir a la calle. Pero más allá de puentes, árboles y fósiles, también he acabado enganchándome a Love Life, la serie de Sam Boyd con Anna Kendrick (Dando la nota) de protagonista que HBO España estrenaba el pasado 28 de mayo. No es que me haya sentido especialmente culpable viéndola, todo hay que decirlo, pero sí que es cierto que no se ajusta al tipo de ficciones que suelo consumir. Y he hecho bien arriesgándome.

    Si bien el personaje de Kendrick (Darby Carter) me generaba problemas en un principio, poco a poco ha ido ganándome su tímida pero sugerente interpretación. Porque, en el fondo, en los diez episodios que componen esta primera temporada, lo importante en Darby acaban siendo temas como la transformación y la identidad. Si no sabes de qué va, te contaré que Love Live es una obra antológica de ficción que pretende seguir a una persona distinta en cada una de sus entregas, de su primera relación romántica a su último amor. En junio hemos conocido que habrá segunda parte, esta vez sin Kendrick, y me he descubierto a mí mismo haciéndome preguntas del tipo: “¿Será ahora masculino el nuevo protagonista? ¿Otra mujer? ¿Veremos el cameo de algún personaje conocido para conectar la primera y la segunda? ¿Y si es un secundario el que pasa a ser promocionado a principal?”.

    En resumidas cuentas, el morbo está asegurado. Por la vida de Darby, por ejemplo, se han paseado un primer novio un tanto egoísta (Jin Ha), un antiguo jefe recién divorciado (Scoot McNairy), un chef tóxico y trastornado (Nick Thune) o una llama de la juventud (John Gallagher Jr.). ¿Con cuál de ellos acaba si es que lo hace con alguno? Eso tendrás que averiguarlo por ti mismo... ¡Ah! Y también hay que decir que la narración de Lesley Manville (El hilo invisible) es una maravilla.

    'Jugando con fuego' (Netflix)

    Netflix

    Andrea Zamora

    Eso de “placer culpable” es algo que nunca me ha gustado. Principalmente, porque cualquier película o serie que me haga pasar un buen rato de culpable tiene bien poco. Al contrario. Bienvenido sea todo aquel producto que consiga hacerme olvidar durante un tiempo la realidad. A veces, termina una con el cerebro tan frito después de toda la jornada que lo único que quiere es algo sin pretensiones. Y mira, sin ningún tipo de vergüenza y deshonor, te digo que Jugando con fuego cumplió con lo que buscaba durante el inicio de la cuarentena. El ‘reality’ de Netflix es algo así como La isla de las tentaciones pero a nivel internacional. Un grupo de mujeres y hombres que no buscan nada más que sexo son llevados a una isla en la que convivirán juntos por un premio final. Seguro que ya estás imaginando que voy a decirte que los encuentros sexuales, los besos, las traiciones e incluso las orgías están a la orden del día. Pues no. Todos los participantes deberán crear relaciones más profundas con aquellos y aquellas hacia los que sienten atracción, pero sin ningún tipo de contacto. Y tampoco vale masturbarse. Si lo hacen, el dinero del bote final irá restando y cada práctica tiene un precio. Jugando con fuego es un ‘reality’ divertido y que engancha. No me mires mal. Ni estoy cometiendo ningún crimen, ni estoy atacando ninguna norma en lo que a disfrute audiovisual se refiere. Hay un momento para todo. Para ver lo nuevo de Christopher Nolan, la última entrega de Marvel, la próxima comedia romántica de moda, el futuro proyecto que Yórgos Lánthimos se trae entre manos o para recordar la obra de Paweł Pawlikowski. Y si crees que no, recuerda que te estás cargando lo más bonito y democrático del cine y las series: hay un producto ahí fuera para todos y cada uno de nosotros. No nos olvidemos de que estamos hablando de entretenimiento y, precisamente por eso, no hay que obligarse a ver algo que no queremos ver simplemente porque haya que hacerlo.

    'Modern Family' (Netflix)

    Lorena Vialás

    Realmente no considero que engancharme a Modern Family pueda definirse como un placer culpable. De hecho, nunca me he sentido “culpable” por ver determinada serie o película, independientemente de la opinión de expertos y no tan expertos en la materia. Soy más de la opinión de si te gusta algo, adelante, disfrútalo y siéntete de todo menos culpable. Y menos cuando la ficción a la que te has vuelto adicta tiene en su haber un Globo de Oro y varios Emmy, entre otros galardones. Pero bueno, dejando esos detalles a un lado, lo que no puedo negar es que Modern Family es mi nueva obsesión. Me encanta toda ella. Los personajes; los actores que los interpretan –principalmente Sofia Vergara, que se mete en su papel de una manera brillante-; las tramas tan divertidas, y algunas tan reales que incluso te llegas a sentir identificado, y, cómo no, las fabulosas casas en las que viven. Lo reconozco, no tengo filtro. La serie de Steven Levitan y Christopher Lloyd me ha atrapado y creo que no voy a resistirme hasta ver el último episodio. Realmente, no es la típica ficción de intrigas y dramas, al contrario es tan liviana y tan ligera, que creo que eso es lo que la hace perfecta. Una gran familia, con sus más y sus menos, de la que quieres saber más y más a medida que avanzan las temporadas. Si llega a durar un mes más el confinamiento…

    'El asombroso mundo de Gumball' (HBO España)

    Custodio Guerrero

    El término ‘placer culpable’ es un tanto ambiguo, porque para una persona con unos gustos en concreto tiene un concepto de ‘placer culpable’ muy diferente a la de otras personas con otros gustos totalmente opuestos. Pero si he de elegir mi placer culpable durante la cuarentena, debo mencionar El asombroso mundo de Gumball. No porque sea ‘mala’, si no por el hecho de que me ha acompañado durante estos días de confinamiento y me ha alegrado a más y no poder en vez de ver otras series que tenía pendientes y aprovechar ese tiempo para ponerme al día. Por eso mismo es ‘mi placer culpable’, porque me sentía mal por no adelantar mi larga lista de pendientes, pero a la vez me lo pasaba genial con Gumball y Darwin. La familia Watterson es lo mejor que podría haberme pasado durante esta cuarentena con sus increíbles episodios en el que algunos son odas a la cultura de los 90, al feminismo o incluso a videojuegos como Final Fantasy. El asombroso mundo de Gumball es esa serie de animación ‘para niños’ que muchos adultos se lo pasarían en grande viéndola. Si lo has visto de pasada en Boing, póntela desde el principio en HBO España y disfruta.

    'Vampiros' (Netflix)

    Ana Lasso

    Culpable o no, ver una serie de vampiros siempre es un placer. Qué importa si peca de los clichés adolescentes que estamos acostumbrados a ver, o si las mordeduras que aparecen siguen siendo igual de falsas que las de la cinta Drácula de Ford Coppola de 1992. Todo eso no importa. A pesar de los comentarios de mi alrededor, yo sigo siendo fiel a esta clase de ficciones. No puedo evitarlo, y tampoco me escondo. Pero, tengo que reconocer que Vampiros ha hecho que me sienta menos culpable al caer de nuevo en sus colmillos. La serie mezcla dramas familiares, adolescentes, pero sobre todo la lucha interior de la protagonista en tratar de pertenecer o no a un determinado grupo. La historia sigue a Doïna, interpretada por una espectacular Oulaya Amamra, una joven que está a punto de acabar el instituto y también de descubrir que es una vampira. Aunque al principio siente que ha sido maldecida, poco a poco descubrirá que es la salvación para estas criaturas sobrenaturales y para la raza humana. Como ‘plus’, hay que añadir que la estética que utiliza la ficción en algunas de las escenas son dignas de admiración.

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    'A tres metros sobre el cielo. La serie' (Netflix)

    Aída Sánchez

    Obviamente caí en esta serie por su título en español A tres metros sobre el cielo: La serie, que prometía ser una readaptación de los libros de Federico Moccia. Sin embargo, en lo único que se parecía esta historia a la de Hache y Babi -o Step y Babi si nos fijamos en las novelas-, es en que hay una moto. Y poco más. Bueno, que hay una historia de amor también, si la quieres llamar así, pero ese es otro tema. Al grano: La trama nos presenta a Summer (Rebecca Coco Edogamhe), una chica responsable que, pese a llamarse así, sorprendentemente odia el verano. Pero la época estival ha comenzado en Italia, y con ella los días de playa, piscina y fiestas. Y, en una fiesta y de forma casual, los caminos de Summer y Ale (Ludovico Tersigni), un joven rebelde y ex campeón de motos, se cruzan. Y se enamoran desde el primer momento. De esta forma, y a lo largo de sus ocho episodios, vemos como esta historia de amor entre dos personas completamente diferentes, avanza. Una historia un tanto absurda que no logras entender cómo ha empezado y por qué están enamorados sin haber cruzado prácticamente una palabra, pero ahí te quedas enganchado/a esperando que alguien te de una explicación. Pero no todo van a ser críticas negativas para la serie dirigida por Lorenzo Sportiello y Francesco Lagi, hay dos cosas que sí me embaucaron e hicieron que la viese entera en un solo día. La primera, es la amistad que surge entre Dario (Andrea Lattanzi) y Sofia (Amanda Campana) -amigo de Ale y amiga de Summer respectivamente-, una relación pura y sincera en la que se puede ver reflejado el público objetivo de esta serie. La segunda, la fotografía y las localizaciones escogidas. Sinceramente, fue muy duro ver tantas escenas en la playa y en sitios maravillosos, mientras tenía que estar encerrada en mi casa en plena cuarentena. Pero también fue muy placentero de ver, porque se percibe un gran cuidado en cada una de las tomas. Así que, se podría decir que como historia romántica me ha decepcionado, pero como ‘guilty pleasure’ ha cumplido su función de entretenerme, y eso es lo importante.

    '(Des)encanto' (Netflix)

    Tomás Andrés

    Con sólo un 53 de nota media en la web Metacritic, mientras que las series anteriores de su creador -Los Simpson (80) y Futurama (72)- tienen puntuaciones más que notables, se puede decir que (Des)encanto es uno de los grandes ‘blufs’ de los últimos años en TV. Y es que la serie de Matt Groening adolece quizá de tener personajes tan potentes como los que tenían sus producciones previas. Aún así, no he podido evitar dejar seducirme por los encantos de (Des)encanto; estábamos en una situación muy complicada y necesitaba evadirme con cosas amenas, divertidas y de rápido disfrute, y la ficción de Netflix cumple esas tres premisas. Si alguien no la ha visto, (Des)encanto nos traslada a un mundo de fantasía en el que una princesa alcohólica y rebelde, es obligada a contraer matrimonio por parte de su padre y su madrastra en varias ocasiones en contra de su voluntad. Al tratar de escapar de su segundo enlace fallido, conocerá a un elfo y un diablo con los que entablará una sólida amistad y vivirá una serie de aventuras en un reino poblado de personajes de lo más variopinto. Sobretodo he quedado prendado del personaje de la princesa Bean y su padre el obsesivo y desastroso Rey Zog, esa relación padre/hija me ha proporcionado algunos de los mejores momentos durante la pandemia, y aunque no sea nada nuevo me ha sacado más de una sonrisa durante aquellas difíciles semanas. Esta producción va a pasar a la historia (a no ser que las próximas temporadas mejoren en calidad y cantidad de ‘gags’) pero ha sido un agradable placer culpable con el que he logrado evadirme de un mundo en plena crisis sanitaria.

    'Nicky Jam: El ganador' (Netflix)

    Beatriz Benés

    Aunque el propio nombre del documental y/o el protagonista de esta historia no te llame nada la atención, o te llegue a causar cierto rechazo, créeme que después de verlo seguramente me des hasta las gracias. Esta historia de veintiséis capítulos cuenta la vida de Nicky Jam, estrella de reguetón, y comparte su lucha para dejar las drogas camino al éxito internacional. La serie biográfica comienza con la vida del cantante cuando era pequeño, donde tuvo que enfrentarse a verdaderas situaciones dramáticas en su casa que le marcarían inevitablemente las decisiones que tomase en el futuro. Una mezcla de representación y de testimonios del propio Nicky Jam que cuenta su experiencia de primera mano para llegar a conocer los entresijos de la industria musical. Invita al espectador a descubrir la cara oculta de la fama y el precio a pagar por convertirse en un cantante de éxito. Este proyecto autobiográfico gira en torno al reguetón, donde aparecerán otros cantantes del mundillo como Daddy Yankee, un amigo de la infancia del cantante y que también contará cómo esa mala vida hizo que por un tiempo estuvieran distanciados. A pesar de hacer muchas referencias a canciones y conciertos del artista, la historia de Nicky es todo un melodrama que te mantendrá enganchad@ aunque odies este género musical. A pesar del mundo tan difícil al que tiene que hacer frente cuidando de su hermana pequeña, la carencia de cariño de sus padres y la relación con las drogas, el cantante sabe tirar para adelante. Realmente una historia de superación que para mí ha sido mi placer culpable durante la cuarentena.

    'Por 13 razones' (Netflix)

    Paula Aranzazu

    Para una boomer como servidora, los enredos existenciales de los protagonistas de Por trece razones podrían quedar muy lejos, pero lo cierto es que las tribulaciones emocionales de la adolescencia son siempre las mismas, da igual la década en la que hayas nacido. Tengo que reconocer que, de primeras, no le hice caso a la serie de Brian Yorkey en Netflix, pero poquito más de tiempo en casa a causa del confinamiento y la clásica curiosidad provocada por el tedio doméstico me condujeron a darle al play y a zamparme la primera temporada de Por trece razones en un pis pas. Y, claro, una cosa lleva a la otra y con el estreno de la cuarta temporada el pasado 5 de junio, al final he conseguido finalizarla antes de que se levante el estado de alarma. Yo soy de series cortas o de miniseries, por lo que cuatro temporadas es un reto al que me puedo enfrentar. Como a buena parte de los seguidores de la ficción, el suicidio de Hannah Baker me dejó helada nada más darle al play y, como todos, quería saber más. Me enganchó por su abordaje claro de cuestiones como el abuso, el bullying, la salud mental, que en seriales juveniles suelen aparecer de manera más frívola, cuando no para hacer chanza. También me quedé a cuadros con el final del tiroteo de la segunda temporada y, reconozco, que, con la tercera, ya a principios de mayo, comencé a decepcionarme con la poca habilidad al tirar hacia un lado de la trama (el misterio de los asesinatos) y no insistir en el problema de los tiroteos en institutos de secundaria que asola Estados Unidos. ¿Qué puedo decir del final de la serie, con la cuarta temporada, que no se haya dicho ya? Por una parte, me parece que abre demasiados temas, de un modo disperso. Por la otra, que cae en la frivolidad de la que precisamente carecía cuando comenzó hace ya tres años. Con todo lo que arrastran los protagonistas en sus espaldas, no se indaga apenas en sus emociones y todo concluye con un happy end que mira al futuro, pero sin haber ordenado de manera juiciosa ni el pasado ni el presente.

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