Keeper
Críticas
4,0
Muy buena
Keeper

Cuidado con la masculinidad tóxica

por

Desde su arranque, Keeper -la nueva película de Osgood Perkins- deja claro que no apuesta por un terror complaciente. Lo que empieza como una escapada romántica a una cabaña en el bosque se transforma pronto en una experiencia asfixiante, donde la inquietud y la alienación revelan que el horror más perturbador es, ante todo, psicológico.

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Perkins, director de Longlegs y The Monkey, opta por un terror de atmósferas y sensaciones, alejado del sobresalto fácil. La cabaña, dominada por la luz natural y los espacios cerrados, se convierte en un personaje opresivo que, como en el mejor 'folk horror', intensifica la inquietud y el aislamiento emocional de Liz, sostenida de principio a fin por la interpretación de Tatiana Maslany.

Keeper sobresale cuando convierte el terror en una metáfora del miedo que atraviesa las relaciones marcadas por la masculinidad tóxica. Perkins define la película como una mirada a lo peor de ser hombre, una idea que se manifiesta en cada gesto y silencio de Malcolm (Rossif Sutherland), cuya amabilidad aparente nunca deja de resultar inquietante.

Un rico pastel de setas alucinógenas

Oddfellows Entertainment

La película convierte la relación en un inquietante experimento psicológico donde la protagonista afronta tanto el entorno como las fisuras de una pareja menos sólida de lo que parece. La casa, más que una amenaza directa, actúa como reflejo de sus tensiones internas y de una inseguridad creciente.

La ambición de Keeper es evidente: usa el terror para explorar posesión, sacrificio y dinámicas tóxicas de poder en la pareja. Con planos inquietantes y un ritmo lento, Perkins nos sumerge en la mente de una mujer dividida entre lo que desea creer y lo que siente. Sin embargo, esta aproximación, más sensorial que narrativa, puede hacer que la segunda mitad se perciba desarticulada y confusa.

La ansiedad en Keeper es a ratos hipnótica, aunque la falta de claridad narrativa hace que el misterio oscile entre lo deliberado y lo confuso. Más allá del terror, la película expone cómo microagresiones, ignorancia emocional y complacencia masculina pueden ser tan inquietantes -y dañinas- como cualquier monstruo sobrenatural, recordando en complejidad y surrealismo a Men de Alex Garland.

Keeper desafía al espectador con su atmósfera densa y enfoque sensorial, alejándose del terror convencional hacia lo artístico y surrealista. No es una película fácil ni clara, pero invita a reflexionar sobre nuestras relaciones, el miedo compartido y el terror que llevamos dentro.

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