Maspalomas
Críticas
4,5
Imprescindible
Maspalomas

Volver al armario

por Andrea Zamora

Vicente quiere pasarse el resto de su vida follando. A sus 76 años carga con medio siglo dentro del armario y un cuarto casado con la persona equivocada: una mujer. Tras separarse de su novio, decide mudarse a Maspalomas. Allí, en Gran Canaria, bajo el cuidado de su amigo Ramón, disfruta de lo que más le llena: tomar el sol, salir de fiesta y tener sexo con hombres. Aunque siente que ha perdido gran parte de su vida, ahora atraviesa su mejor etapa. No piensa regresar a San Sebastián: allí solo le esperan problemas y recuerdos. Sin embargo, esa nueva existencia centrada en el goce se ve interrumpida cuando un ictus lo obliga a ingresar en una residencia de mayores. Con medio cuerpo paralizado, lejos de Maspalomas, en un entorno ajeno y forzado a reencontrarse con su hija con la que mantiene una relación deteriorada desde su divorcio, Vicente vuelve a ocultar lo que es.

Maspalomas cuenta así la historia de un hombre de más de setenta años que, tras dar el paso más valiente de su vida, se ve obligado a retroceder miles de kilómetros. Pero es también una obra sensible y luminosa, la nueva joya de los directores Aitor Arregi y José Mari Goenaga.

El tándem de cineastas regresa con otro protagonista cargado de humanidad. Si con Marco (2024) y la interpretación magistral de Eduard Fernández lograron que el público empatizara con un estafador, en Maspalomas consiguen despertar compasión genuina hacia Vicente. José Ramón Soroiz, encargado de encarnar al personaje principal, ofrece un trabajo impecable y soberbio, de esos que quedan grabados en la memoria y que huelen a premios (en plural). Su actuación es minuciosa: cada palabra, cada gesto, hasta la manera de caminar, está lleno de intención.

Los contrastes de 'Maspalomas'

José Ramón Soroiz como Vicente Bteam Pictures
José Ramón Soroiz como Vicente

Esta es una de esas historias que estremecen incluso a los corazones más fríos, pero que también saben provocar sonrisas. Es divertida porque Vicente es un personaje entrañable y porque los secundarios pintorescos aportan momentos ocurrentes. Entre ellos destaca Xanti (interpretado con acierto por Kandido Uranga), compañero de habitación de Vicente: un hombre rudo, heterosexual, pero noble, que se convierte en su amigo y lo ayuda a sobreponerse al ictus. Vicente recupera la movilidad, pero no logra liberarse de la rigidez que le impide contarle la verdad sobre su orientación.

No se trata solo del relato de alguien que ve cómo su recién conquistada libertad se derrumba. También es la historia de un padre enfrentado a las heridas abiertas con su hija. Nerea (Nagore Aranburu vuelve a firmar una buena interpretación) revive el caos que trajo consigo el anuncio de la homosexualidad de Vicente y su posterior divorcio, justo en un momento en que ella misma atraviesa una separación. Aunque no está feliz con el regreso de su padre, la vida continúa, incluso cuando la tragedia es inevitable.

La película está atravesada por claros contrastes. Al inicio, con Vicente disfrutando en Gran Canaria, todo luce cálido, colorido y vital. En la residencia, en cambio, todo se apaga: los tonos se vuelven fríos y desangelados, como la luz blanca de hospital. Vicente pasa de un refugio luminoso a un espacio hostil que le recuerda los años en los que no podía mostrarse tal cual era.

Maspalomas es una historia de evolución y de adaptación, de encontrar la luz en aquellos lugares en los que parece que no la hay. Pero, sobre todo, es un relato de valentía y libertad. Un regalo hecho película.

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