Hasta que me quede sin voz
Críticas
3,0
Entretenida
Hasta que me quede sin voz

Los males de Leiva

por Andrea Zamora

"De todos los órganos importantes que puedes perder, el ojo es el único en el que tu vida va a ser exactamente igual". Esa fue la frase que escuchó Miguel, el niño con más suerte del mundo, justo antes de ser operado de urgencia en un hospital. Se la dijo un celador, el mismo que le llevaba al quirófano. Había que operarlo de urgencia. Los médicos no sabía cómo de cerca estaba la bala del cerebro.

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Miguel y su primo jugaban con una escopeta de perdigones. Pensaban que no estaba cargada, pero lo estaba. Por eso Miguel perdió el ojo izquierdo. Tenía 12 años. Aquel accidente y las palabras del celador marcaron su vida, convirtiéndose en una lección que lo ha acompañado siempre. También ahora, cuando se enfrenta a problemas en otra parte de su cuerpo: la que le permite dedicarse a lo que ama.

El Miguel que perdió el ojo es José Miguel Conejo Torres, también conocido como Leiva. El cantante se muestra en su faceta más vulnerable en el documental Hasta que me quede sin voz, una película que no solo repasa su carrera y vivencias, sino que también aborda la grave lesión en su cuerda vocal izquierda y sus reflexiones sobre lo que vendrá. A diferencia de los documentales tradicionales donde los protagonistas y allegados hablan frente a cámara, aquí se sigue a Leiva en su rutina, acompañado por su voz en 'off', que narra lo que atraviesa.

"La única forma de continuar es meterme en un quirófano cada vez que salgo de gira", explica el músico. El documental comienza con él inmerso en conciertos y nuevos proyectos, pero también con una fecha marcada: la de la operación que le ayudará a no perder la voz. Leiva, ha llegado a un punto en el que si la fuerza demasiado, se queda afónico.

"Hace mucho que ya no es un placer libre cantar"

Leiva en 'Hasta que me quede sin voz' Movistar Plus+
Leiva en 'Hasta que me quede sin voz'

Dirigido por Lucas Nolla, Mario Forniés y Sepia, el largometraje profundiza en la cotidianidad del artista: sus escapadas curativas a la montaña, su familia y sus dificultades. Habla sobre su primo, cómo nació su primera banda, Malahierba, el camino que lo llevó hasta Pereza y los problemas de ansiedad que arrastra desde joven. Esos episodios siguen siendo igual de intensos y, para aliviarlos, Leiva recurre al vino. Una botella diaria es su "el antídoto perfecto" a sus males.

Pero su salud no solo se ve afectada por su voz. También lleva tiempo luchando con trastornos digestivos e insomnio. Ni siquiera un diazepam de 10 miligramos que, en sus palabras, es "como si te dieran una piedra en la cabeza" le ayuda a dormir.

Otro aspecto que aborda el documental es su estrecha relación con Joaquín Sabina, a quien considera ya parte de su familia. El largometraje cuenta cómo se conocieron y cómo esa amistad se convirtió en algo muy profundo.

"Las conclusiones que saco de la gira son angustiosas", confiesa Leiva. La idea de tener que someterse a una operación cada vez que se sube a un escenario le ha quitado mucha espontaneidad y diversión a las giras. "Hace mucho que ya no es un placer libre cantar y cerrar los ojos y transitar por las notas como quien baila", lamenta.

Pese al mal pronóstico, Leiva tiene algo claro: él está aquí para hacer música y no le importa tener que dejar de cantar y ganarse la vida como batería. La va a seguir haciendo con o sin voz.

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