Una de esas fábulas inmortales que nos reconcilian con la vida y, por supuesto, con la buena literatura, degustando el placer que produce leer una historia cuyas resonancias e implicaciones psicológicas y morales son de un indubitable alcance universal. Efectivamente, Ebenezer Scrooge padece el mal de la avaricia, de la codicia, de la ambición desmedida, y aplica tesis malthusianas para referirse a crecientes masas poblacionales cada vez más depauperadas o directamente sumidas en la miseria. Pero Scrooge disfrutará de una inesperada oportunidad redentora cuando el espíritu de su antiguo socio, en vida tan interesado y poco generoso como él, se le aparezca arrastrando el peso de recias cadenas y acabe previniéndole acerca de su más que probable destino de ultratumba si continúa empeñado en seguir la misma senda de la usura que le ha conducido a ese penar eterno. A partir de ese instante otros tres fantasmas navideños mostrarán a Scrooge diferentes aspectos de su vida relacionados con su pasado, el espacio presente y su final, momentos decisivos que le harán tomar plena con(s)ciencia del error existencial en que pervive y, como resultado, dar un giro de ciento ochenta grados a sus preferencias materialistas para ajustarlas a un planteamiento ético más justo y equitativo, tanto en lo económico como en lo puramente personal. El espectador no puede dejar de emocionarse a pesar de conocer los entresijos de la narración en todos y cada uno de sus detalles, y es que los resortes emocionales puestos en juego son de una precisión absoluta, marcando con solvencia todos los tiempos relacionados con la génesis neurótica del carácter acumulador y obsesivo de Scrooge (ligazón problemática con el padre), la ruptura de las defensas en el tiempo actual provocada por la empatía que origina el hijo enfermo de su esclavizado empleado, y por último la constatación de la soledad definitiva que le aguarda en la hora final cuando la totalidad de aquellos que le conocen o han mantenido algún tipo de trato con él no puedan evitar alegrarse y sentirse aliviados por su pérdida. Para entonces será, sobra decirlo, el hombre más rico del cementerio. El navideño insight operará el milagro y convertirá a Ebenezer en un hombre completamente diferente al que pudimos ver al inicio de su luminosa transformación, otorgándole renovadas energías de vivir acompañadas de una actitud receptiva, abierta y profundamente generosa, incrementado así sus niveles de compasión y empatía para con los más desfavorecidos y marginados de la sociedad. ¿Utópico? ¿Idealista? ¡¡Pues claro!! Eso es lo que hemos de pedirle a un cuento maravilloso que continúa ofreciéndonos la inestimable ocasión de pensar y reflexionar sobre nuestras miserias morales, las mismas que día tras día alimentan la insaciable gula de cientos y el hambre feroz de millones. Adaptación dignísima y encomiable del clásico inmortal salido de la sensible imaginación y la inspirada pluma de Don Carlos Dickens.