Pixar nos está acostumbrando mal, muy mal. Cada nueva entrega se espera con mayor expectación y ellos, nada, sin fallar, a lo suyo, una obra maestra tras otra, como si fuera sencillo mantener el listón permaneciendo en esas cumbres. Si 'Ratatouille' ya alcanzaba cimas que parecían difícilmente superables, ahora nos regalan esta joya llamada Up, una película enorme, mayúscula, maravillosa, capaz de ofrecer puro divertimento al igual que dosis puras de emoción y humanidad (bien entendida) perfectamente canalizadas a través de la historia de este anciano que pone a volar su casa rumbo a un destino muy especial, ese que le iluminará la existencia al mostrarle una verdad tan profunda como transparente: la auténtica aventura es la de la vida compartida, la del amor construido día a día, con dedicación y esfuerzo, mediante la entrega mutua y esos infinitos detalles cotidianos que acaban por conformar eso que damos en llamar sentido de la existencia. Si el prólogo ya resulta un prodigio de síntesis y hondura emocional, la extraordinaria escena en que el viejo capta el auténtico significado de su viaje hace que broten nuestras lágrimas y sintamos una empatía sincera con esa animación que desprende más vida que cientos de actores de carne y hueso. Una de las mejores películas de los últimos años y un ejemplo para todo tipo de cineastas interesados en filmar la verdad y no alguno de sus múltiples sucedáneos. No puedo dejar de hacer mención de un hecho absolutamente contrastado, comprobado y confirmado: Pixar siempre acierta. Obra Maestra.