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    Críticas
    3,5
    Buena
    Sin límites

    El capitalismo es una droga de diseño

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Entre el Sammy Glick de la novela '¿Por qué corre Sammy?', de Budd Schulberg, y el Eddie Morra de 'Sin límites', la diferencia es de carácter químico. Han pasado sesenta años, pero nos encontramos ante el mismo arquetipo: el del trepa de mucho cuidado. El espectador sentirá más empatía con el personaje interpretado por Bradley Cooper, aunque la sonrisa del apuesto actor no ha de conducir al engaño. Sólo hay que ver su meteórica carrera en el filme de Neil Burguer: de escritorzuelo pasa a tiburón de las finanzas en hora y media de metraje. Y es que en esto del sueño americano, tan clásica es la historia de sudor en la frente como la de quien prefiere el atajo a base de triquiñuelas o, como en el caso que nos ocupa, de drogas inteligentes. El NTZ, la sustancia en cuestión, le permite aprovechar a Morra casi todo el potencial de su cerebro, convirtiéndole en una suerte de superdotado superhombre que tomará ventaja de sus nuevas súper cualidades. Precisamente ahí estriba el talón de Aquiles de la propuesta: se coquetea demasiado con el género de superhéroes. Pese a que ello puede restarle cierta profundidad, el mensaje no puede ser más claro, meridiano y gamberro: el capitalismo es una droga de diseño.

    A favor: Lo transgresor de la premisa

    En contra: Demasiados guiños al género de superhéroes.

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