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    Los amigos del novio
    Críticas
    1,5
    Mala
    Los amigos del novio

    Resacón sin gracia

    por Eulàlia Iglesias

    Edward Burns es uno de esos espejismos creados por el Festival de Sundance y la popularización de la etiqueta cine independiente. Su debut con 'Los hermanos McMullen' (1995), una película rodada en 16 mm con un presupuesto ajustadísimo, consiguió el Gran Premio del Jurado en el certamen de Robert Redford y se convirtió en un pequeño éxito de taquilla. Algunos críticos llegaron a comparar a Burns con un joven y católico Woody Allen: sus películas suelen ambientarse en Nueva York, se centran en las relaciones humanas y están cargadas de diálogos.

    'Los amigos del novio', sexto título de una filmografía que no ha cumplido con las (pocas) expectativas iniciales, tiene más de un punto en común con la ópera prima de Burns. En lugar de unos hermanos, aquí son un grupo de amigos los que se reúnen con la excusa de la boda de uno de ellos y confrontan sus problemas ante el hecho de hacerse mayores: T.C. no se había atrevido hasta ahora a confesar su homosexualidad a sus amigos, Jimbo está en plena crisis matrimonial, Mike sigue colgado de su novia a pesar de llevar mucho tiempo separados, Paulie siente las típicas dudas de quien va a contraer matrimonio en breve y Dez parece el único más o menos feliz con su esposa y sus dos hijos.

    El miedo de los hombres a la madurez es uno de los temas recurrentes del cine norteamericano en los últimos años. Burns aborda desde el melodrama de pequeña intensidad aquello que comedias como 'Resacón en Las Vegas' acaban tratando con mucha más gracia. No se trata del registro cómico. Burns es incapaz de dotar del más mínimo interés a su film: los personajes y sus conflictos están muy vistos y ni tan siquiera se ahonda demasiado en ellos; los diálogos, que se suponen el fuerte del director, son funcionales y planos; la realización, gris. 'Los amigos del novio' no es un blockbuster ni una comedia supertaquillera. Pero esto no la salva de caer en la más mediocre convencionalidad.

    A favor: Jay Mohr, lo único mínimamente divertido.

    En contra: ¿Una película indie que acaba con un happy end con boda?

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