En paralelo a su prolongado y más que digno crepúsculo —actualizado, hace muy poco,
por 'Valor de ley' (Joel y Ethan Coen, 2010)—, el western lleva décadas cabalgando
sobre nuevos amaneceres; eso sí, reencarnaciones que, con toda probabilidad,
espantarían a los más puristas defensores del género. De la sátira de 'Sillas de montar
calientes' (Mel Brooks, 1974) a los guiños de herencia televisiva de 'Maverick' (Richard
Donner, 1994) o 'Wild Wild West' (Barry Sonnenfeld, 1999), el western ha intentado,
con más pena que gloria, cautivar a nuevos públicos invocando un recuerdo desvaído,
ajeno a su esencia. Con estos precedentes desmemoriados, resulta curioso que 'Cowboys
& aliens', la nueva película de Jon Favreau (responsable de la saga de 'Iron Man'), esté
protagonizada por un amnésico: un Daniel Craig que viste de llanero solitario a su
renovado Bond, ese 007 tocado por la sombra de Jason Bourne. Así, la memoria perdida
y confusa del más célebre agente secreto del siglo XXI se apodera de este irregular,
impersonal y (gozosamente) delirante blockbuster.
Entre las múltiples citas que plagan este improbable híbrido narrativo (surgido de
la mente de Scott Mitchel Rosenberg, creador de la novela gráfica en la que se basa
el filme), llaman la atención la fantasía de La guerra de los mundos, la lúgubre
nocturnidad de la saga de 'Alien', o el racismo del John Wayne de 'Centauros del desierto'
(John Ford, 1956), retomado por un cascarrabias Harrison Ford cuyo enfrentamiento,
revolver en mano, contra las naves alienígenas es probablemente el punto álgido de
una película sólo redimible como placer culpable. Aunque, en realidad, el referente
más apropiado para entender el divertimento autocombustible que propone el filme
son aquellos seriales fílmicos que vivieron su esplendor en los años 30 y 40 —de 'The
Lone Ranger' (1938) a 'Flash Gordon' (1936), pasando por las diversas aventuras de 'El
zorro'— y que unas cuantas décadas más tarde alumbrarían a Indiana Jones, factor que
podría explicar la participación de Steven Spielberg en el proyecto. Con este batiburrillo
de "inspiraciones", los guionistas Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof
(ilustres egresados de la escuela "fantástica" de J.J. Abrams) elaboran un llamativo
combinado: un cóctel con muchos ingredientes y bastante color, aunque sin demasiado
sabor.
A favor: Un Harrison Ford dispuesto a agrandar su mito a golpe de anti-héroe.
En contra: La maniquea reconciliación entre indios y cowboys.