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    Redención
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Redención

    Las formas en el boxeo

    por Carlos Losilla

    He aquí una película cuyo interés es estrictamente formal, lo cual confirma a Antoine Fuqua más como un estilista que como un ideólogo. En otras palabras: alguien que se toma el pasado del cine (americano) como inspiración para trabajar planos, escenas y secuencias. Quiero decir con esto que quien no esté interesado en el “cine de boxeo” como molde a partir del cual se pueden elaborar nuevas estructuras, más que nuevos conceptos, ya puede huir de Redención, pues estamos ante una película que redunda en los tópicos, que se ceba en lo ya visto y en lo manido, solo para poder ofrecer otra manera de contarlo. ¿Alguien puede imaginar un argumento más frecuentado que este del boxeador exitoso (Jake Gyllenhaal) condenado al abismo desde que su mujer (Rachel McAdams) sucumbe en un incidente absurdo del que él es responsable y se ve obligado a empezar de cero, tanto en el plano personal como en el profesional y, sobre todo, el moral? Ahí vemos vigorosos combates pugilísticos, ambientes más o menos mafiosos, gimnasios de mala muerte, entrenadores sentenciosos, bares donde olvidar… una serie de emblemas del género que pueden aparecer no solo desde Toro salvaje hasta Million Dollar Baby, sino desde Cuerpo y alma hasta La gran esperanza blanca, aunque en este caso con la intención social reducida al mínimo.

    Fuqua concibe la película, de este modo, en dos partes perfectamente delimitadas. En la primera, dominan el Madison Square Garden, una mansión de lujo, una mujer encantadora, una niña monísima y toda una vida por delante. En la segunda, aparece la mugre, los ambientes degradados, la chica ya no está y la pequeña es confinada a los servicios sociales. Se trata, pues, de una especie de vaciado que nos conduce desde la plenitud hasta la escasez, desde el lujo a la miseria, desde las escenas opulentas y chillonas hasta el silencio de quien ya no tiene nada que perder. Redención, en este sentido, es un viaje estético que va desde la cima del sueño americano hasta sus abismos, para proponer luego una especie de vuelta a la vida. Y todo ello con una secuencia central que, además de ser la mejor de la película, la resume a la perfección: en una gala benéfica, en lo alto de la escala social, todo se viene abajo por un simple gesto, por una decisión absurda.

    Sin embargo, cuando comprobamos que Fuqua y su habitual operador, Mauro Fiore, tratan la totalidad de la película de la misma manera, con esa paleta de tonalidades tenebristas que la domina de arriba abajo, algo se enciende en nuestras cabezas: Redención simula ostentar un estilo cuando en el fondo solo posee una idea de estilo, que son dos cosas distintas, pues Fuqua es incapaz de mostrar cualquier atisbo de flexibilidad o sensibilidad inmediata ante aquello que filma, sujeto siempre a una rigidez estilística que le impide, además, ahondar en el retrato humano. Es el gran problema de su filmografía, que se repite de película en película –de Training Day a Los amos de Brooklyn, alcanzando su cima en la última, Los siete magníficos, posterior a la que comentamos— y que en Redención no llega a estropear del todo el conjunto pero nos deja con la misma sensación de siempre: ¿y ahora qué, señor Fuqua?

    A favor: La parte en la que aparece Rachel McAdams. ¿Será por ella?

    En contra: La parte en la que aparece Forest Whitaker. ¿Será por él?

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