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    La corrección de Miike

    por Eulàlia Iglesias

    Quizá el nombre de Jeremy Thomas en los créditos (y el hecho que compitiera en la sección oficial de Cannes) ya debería ponernos sobre aviso. El productor británico suele impulsar una visión del cine asiático encorsetada por el academicismo autoral cuyo máximo exponente fue 'El último emperador' de Bernardo Bertolucci. Thomas ya se había encargado de financiar la anterior incursión de Takashi Miike en el chambara clásico, 'Thirteen Assassins' (2010), espléndido remake del film homónimo de Eiichi Kudo de 1963 donde uno de los más prolíficos y desbordantes directores japoneses homenajeaba los films de samuráis sin renunciar a su lado más salvaje y excesivo (¡ah, ese clímax de 45 minutos de sangre y barro donde Kurosawa se reencuentra con Peckinpah!).

    Con 'Hara-Kiri' se repite, en principio, la jugada. Miike vuelve a rehacer otro referente de los sesenta, el film de culto de Masaki Kobayashi que se desviaba de los caminos habituales del chambara para privilegiar la crítica al código de los samuráis por encima de la épica de la batalla.

    Como en 'Thirteen Assassins', el director japonés vuelve a estar arropado por una producción que le permite recrear el periodo Edo de forma vistosa, estilizada y, en esta ocasión, por primera vez en 3D (en una de sus utilizaciones más prescindibles). A primera vista, el responsable de 'Ichi the Killer' se mantiene fiel a la película original, sin exabruptos personales ni actualizaciones innecesarias. Lo que supone que, de manera insólita en su filmografía, el drama contenido le gana terreno a la acción desatada. Pero si el 'Harakiri' de Kobayashi estaba cargado con una contundente crítica política, el de Miike se decanta más hacia el melodrama sentimental de época. El tema de las desigualdades sociales también está presente, por supuesto, pero desactivado de cualquier lectura en presente. 'Hara-Kiri' es una película que se puede definir con un adjetivo que nunca habríamos imaginado aplicar a Miike: correcta en todos, los buenos y los malos, sentidos.

    A favor: La espada de bambú y sus implicaciones.

    En contra: La sensación de ver a un Miike domesticado para su exportación a los mercados occidentales más mainstream.

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