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    Scream
    Críticas
    3,5
    Buena
    Scream

    Deconstrucción de la 'recuela' ('reboot' + secuela)

    por Alejandro G.Calvo

    El pasado 2015 fallecía el realizador norteamericano Wes Craven tras dejarnos una carrera básica a la hora de abordar el terror cinematográfico de los últimos 50 años. Craven, que arrancó su carrera en el exploit con uno de los rape & revenge más crudos hechos nunca -La última casa a la izquierda (1972)- se convertiría junto a Tobe Hooper y Joh Carpenter uno de los nombres clave del cine de género: Las colinas tienen ojos (1977), Pesadilla en Elm Street (1984), La serpiente y el arcoiris (1988) y Shocker, 100.000 voltios de terror (1989), serían algunos de sus títulos clave para entender el vasto alcance que, dentro del terror, abarca la obra del director.

    Pues bien, Craven, junto al guionista Kevin Williamson lograrían su último gran hit gracias a Scream. Vigila quien llama (1996), película meta-cinematográfica que era a partes iguales un slasher canónico -siguiendo la estela de La noche de Halloween(1978) de John Carpenter o de (1980) de Viernes 13 Sean S. Cunningham- y un whodunit en toda regla, a la hora de adivinar quién se escondía tras la máscara de Ghostface.

    Humor y comedia brillantes

    Lo más brillante (y divertido), empero, de la cinta era su condición metacinematográfica: casi una película con audiocomentario realizado por los propios intérpretes -mención especial al personaje de Randy Meeks, cinéfilio ilustrado en el cine de terror- donde tratan de averiguar qué hará el asesino explorando la causística del cine de terror. Es decir, los protagonistas viven la película como si supieran que en realidad están protagonizando una película (una condición meta que se alargaría en la saga real a través de la saga ficticia Stab), lo que conjuntaba terror y comedia de forma bastante brillante que acabó traduciéndose en un éxito aclamador en taquilla.

    Cuatro películas después, llega ahora una nueva Scream, a la que la productora ha decidido eliminar el “5” aplicando la base de que ni es secuela ni es reboot sino todo lo contrario: una “recuela” (término horrible que acuñan los propios protagonistas). Es decir, nos estamos moviendo en la misma línea que los últimos Star Wars, Cazafantasmas, Matrix, etc: un nueva generación de estudiantes ligados (de alguna forma) a los protagonistas originales se verán acosados por un nuevo Ghostface calcando el patrón de todas y cada una de las películas ya vistas.

    Ahora, de todas las películas citadas habría que concederla a Scream que ella fue la primera a la hora de saber chotearse de sí misma por su propia condición de producto y analítica. Producto por ser una película que funciona en sus momentos estrictamente de género y analítica por su capacidad autoconsciente para verbalizarse y presentarse con mucha ironía sobre su propia existencia.

    Un homenaje de una nueva generación a Wes Craven

    En ese difícil aunque divertido equilibrio los directores de esta nueva versión Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett -los mismos que firmaron la tronchante Noche de bodas (2019)- se descubren como fans absolutos de la saga y saben imprimir ritmo y cachondeo a cada uno de los asesinatos mostrados -hay uno especialmente memorable, ya verá el lector cual-.

    Sus cargas de profundidad analizando el terror del momento -las hostias al “terror elevado” de Jordan Peele y Ari Aster (Midsommar) van que vuelan- y la reivindación psicótica del fandom tóxico, demuestran que Scream puede ser o no prescindible, pero es un indudable avispado hijo de su tiempo.

    Por eso no pasará a la historia por ser una gran cinta de terror, dado que no lo es, pero sí por su capacidad innegable para reírse de nosotros, de ellos, de todo Cristo en el fondo y encima hacerlo gustando.

    De qué va

    La historia es la misma pero distinta: la pesadilla ha regresado. Veinticinco años después de que tuvieran lugar aquellos brutales asesinatos en la soporífera ciudad dormitorio de Woodsboro, California, y conmocionaran a sus habitantes, un nuevo asesino ha regresado. Usando el mismo rostro que Ghostface, el nuevo agresor va a comenzar a atacar a un grupo de adolescentes para sacar a la luz secretos del mortífero pasado del pueblo.

    ¿Qué dicen de la Scream original sus nuevos directores?

    Una película verdaderamente terrorífica puede tener una repercusión especialmente duradera sobre todo si se ha visto a una tierna edad, como fue el caso del codirector de Scream, Tyler Gillett, que vio la versión de terror de 1996, de Wes Craven, con 13 o 14 años. “Tengo un recuerdo de genuino pavor”, dice Gillett. “Entré en contacto con ese terror cuando era muy joven, así que me impactó de una forma muy profunda. La película fue la puerta de acceso al terror para toda una generación, porque era una especie de enciclopedia de todo lo bueno que tiene el género. Me abrió los ojos de par en par y descubrí el poder que se conjura cuando se combina el terror de verdad con momentos de humor inteligente y personajes que realmente te importan”.

     

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