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    Cuando todo está perdido
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    Cuando todo está perdido

    El viejo y el mar

    por Mario Santiago

    Esta inesperada pieza de cámara fílmica titulada Cuando todo está perdido –una sonata a trío protagonizada por un viejo, un velero y el mar– será de especial utilidad para aquellos que, como yo, asistieron con cierto asombro a la avalancha de elogios que recibió el otoño pasado la película Gravity. La comparación no debiera ser la mejor estrategia para reivindicar una obra mayor, sin embargo, hay ocasiones en las que las virtudes de un film brillan con inusual fuerza cuando se las enfrenta a los defectos de otro. Así ocurre con la nueva película de J.C. Chandor, que después de retratar las miserias del sector financiero en Margin Call da un giro de 180 grados para adentrarse en los confines más esenciales y primitivos de la naturaleza humana, un viaje al corazón del espíritu de supervivencia orquestado al son de una partitura minimalista.

    Pero hablábamos de la comparación con Gravity, esa notable odisea interior en la que una mujer descubría el auténtico valor de la vida mientras deambulaba por el espacio acompañada únicamente por su aliento y sus traumas. La confrontación entre ambas películas da como resultado una lista reveladora. Todo aquello a lo que reniega Cuando todo está perdido es justamente lo que sobraba en Gravity: una lágrima en 3D, la figura del trauma, la atronadora fanfarria final, la aparición de un fantasma que daba alas a la protagonista, los chistes para la galería… Lo que queda tras esta poda dramática y formal es una película de un rigor asombroso para los estándares del cine norteamericano. Casi sin diálogos, con un único protagonista y con una cámara alérgica a la ampulosidad, Cuando todo está perdido se adentra con espíritu kamikaze en las aguas de un cine físico, conductista, dominado por las pulsiones instintivas. Un territorio en el que cada pensamiento del protagonista se proyecta sobre un gesto. Una correlación entre ideas y acciones que podría evocar un cierto esquematismo si no fuera porque la película es también un océano de interrogantes: ¿quién demonios es el protagonista? ¿Por qué ha decidido lanzarse solo a la mar? ¿Cuáles son sus motivaciones?

    Las respuestas a dichas preguntas quedan en manos del espectador, y por ello resultan más resonantes. En la pantalla y en el relato no hay lugar para la psicología, lo que hace pensar en la destilación de un cine puro. Y sin embargo, observando los movimientos decididos de 'nuestro hombre' –así se le nombra en los títulos de crédito–, su entereza inquebrantable, su negativa a ceder ante la desesperación, su heroísmo natural –que no hubiese desentonado en una película de Howard Hawks–, podemos imaginar toda una biografía tras su rostro y sus gestos. Esto se lo debemos en gran medida a Robert Redford, cuya presencia y carisma inundan la pantalla. El actor navega por la odisea íntima del film sin echar de menos el sentimentalismo habitual de los relatos de supervivencia made in Hollywood. Y en este sentido, su interpretación trasciende los magníficos trabajos de Sandra Bullock en Gravity, de Tom Hanks en la fantástica Náufrago y de Ryan Reynolds en la olvidable Buried; siendo quizás el Vincent Gallo de Essential Killing el único actor que aguantaría la comparación.

    Antes de terminar, cabe reparar un posible malentendido: Cuando todo está perdido no es en ningún caso una película antinarrativa. Es cierto que en algunos momentos –deliciosos momentos– Chandor se recrea en la contemplación de los contados tiempos muertos que se permite el protagonista: cuando decide beberse un vaso de whisky, o cuando se afeita, en un gesto de serena presunción que leemos como una muestra de orgullo y tenacidad. Sin embargo, el grueso de la película es un vendaval de movimiento, tensión y suspense a partes iguales. El férreo guión del propio Chandor traza con enorme precisión la aventura de un hombre que, fatalidad tras fatalidad, va quedando despojado de todos los elementos que lo mantienen unido a la civilización. Cuando ya solo le quedan poco más que unos rústicos instrumentos de navegación, 'nuestro hombre' intenta orientarse y descubrir su lugar en el mundo, pero ni siquiera entonces la película se permite distraerse en simbolismos o metáforas. Se impone la acción, desplegada con toda su fuerza prosaica, reticente a dejarse amedrentar por una poesía de baratillo que sólo se deja entrever en la recta final del film. Un mancha minúscula en el expediente de una película extraordinaria.

    A favor: Su rigor a prueba de todo sentimentalismo.

    En contra: Algún alarde poético en su tramo final.

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