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    Sinister
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Sinister

    Ni chicha ni limonada

    por Violeta Kovacsics

    Con la textura de una filmación en super8, una imagen muestra a cuatro personas que cuelgan de un árbol. De repente, comienzan a moverse, a agitarse, pues aun están vivas. Cuando finalmente se quedan quietas, la rama del árbol cede. Estamos quizá ante uno de los mejores inicios de la cosecha de terror de esta temporada. Una imagen perturbadora que atrapa enseguida al espectador. Sinister tiene un buen arranque. Por esta imagen, signo del terror. También por lo que viene a continuación: un plano secuencia en la parte delantera de una casa a la que un escritor se acaba de mudar con su familia. La escena resulta ejemplar, primero porque dispone el drama familiar de la esposa, que está allí porque su marido tiene que escribir sobre un crimen cometido en el pueblo; segundo porque termina con un ejemplar golpe de efecto. La cámara se desplaza desde el exterior hasta el interior del hogar y termina frente a la ventana de la cocina, que da a un patio en el que se puede observar el árbol de la imagen que abre la película.

    Con este prometedor inicio, el director Scott Derrickson dispone todo para lo que podría ser un thriller de altos vuelos: con su arco dramático en el interior del hogar y con su misterio en el patio trasero. Lejos de eso, Sinister opta por el terror más grueso. A estas alturas, resulta difícil sorprendernos con una historia de casas encantadas (de ahí el mérito de Insidious). Sinister no sucumbe necesariamente a los cánones, sino a un planteamiento en el que las situaciones se repiten (el padre de familia, encarnado por Ethan Hawke, deambulando de noche por la casa) y en la que el sonido no juega a favor sino en contra. Los sustos se oyen venir. Si hay música de suspense significa que hay susto a la vista. Si hay silencio es porque no va a pasar nada. No hay nada peor que el terror previsible y formulario, en el que todo está dispuesto según un patrón cerrado y en el que la sorpresa desaparece después de la segunda escena.

    A favor: La perturbadora imagen de su arranque.

    En contra: La (sobre)utilización del sonido.

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