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    Sex Tape. Algo pasa en la nube
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Sex Tape. Algo pasa en la nube

    La amenaza del iPad

    por Quim Casas

    Lío embarazoso (2007), el título más importante tanto de Judd Apatow como del estilo de comedia que en calidad de director o productor ha lanzado al mundo, terminaba con la aceptación de una compleja realidad: Seth Rogen (porque el punto de vista le correspondía más a él que a su compañera de reparto, Katherine Heigl) asumía su paternidad aunque nunca la hubiera deseado y aún menos se hubiera imaginado ser padre en las circunstancias que se daban en el film.  

    Hace apenas tres meses se estrenaba entre nosotros Malditos vecinos (2014), comedia de Nicholas Stoller en la que el mismo Rogen y Rose Byrne encarnan a unos padres aún inexpertos que se molestan con las juergas montadas en la casa de al lado por una especie de cofradía universitaria. En el film, muy balbuciente, late la frustración de la pareja protagonista por tener que dejar atrás aquellas cosas que tanto les gustaban y ahora ya no pueden hacer dadas sus responsabilidades. Está al caer la británica Les doy un año (2013), cuya particularidad es ver de nuevo a Rose Byrne, trasplantada a los dominios de Love Actually y Nothing Hill, interpretando a una joven que debe sobrevivir a los primeros años de matrimonio (de momento sin bebé).

      La aparición de Sex Tape. Algo pasa en la nube no es más que la prolongación de todo esto. Está protagonizada por Jason Segel, compinche habitual de Stoller (quien está acreditado como coguionista de este filme) y por Cameron Diaz, actriz en permanente y compleja reubicación en el cine del actual Hollywood. Y no cuenta otra cosa que lo que podría suceder justo después de lo relatado en Malditos vecinos: cómo se relaciona una pareja tras la pérdida de algunos hábitos y la aceptación de otros, con dos hijos que cuidar y mucho sexo que recordar. Su principal problema es si pueden o no sentirse excitados mutuamente, si la presión cotidiana no ha menguado no tanto las capacidades como el deseo. La solución es filmarse a sí mismos mientras follan en distintas posturas, un gran selfie hiperactivo, sin prever que ese video pueda acabar colgado en la red.

      La aventura cómica se concentra en la búsqueda y captura de los iPads que el protagonista ha regalado a diversas personas y en los que puede verse el porno doméstico en cuestión (más fácil sería borrarlo del servidor, pero entonces no habría trama como tampoco habría persecución si los indios mataran a los caballos en La diligencia). En ese itinerario-búsqueda aparece la mejor secuencia del filme, cuando Segel y Diaz van a casa de un sorprendente Rob Lowe para recuperar uno de los iPad en cuestión. La secuencia es como una especie de cartoon autónomo dentro de la película: Lowe, conservador padre de familia, se divierte en soledad con música de Slayer y tiros de coca y tiene tanta nostálgica de los años mozos que ha decorado su mansión con horribles lienzos que reproducen momentos de El rey león, Pinocho o Blancanieves con su propia cara adherida a los personajes principales.

    A favor: Rob Lowe paródico, su mansión y las cuadros que la adornan.

    En contra: estira demasiadas cosas y no encuentra el tono cómico adecuado.

     

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