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    Madame Bovary
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Madame Bovary

    La última de las románticas

    por Paula Arantzazu Ruiz

    ¿Fue Madame Bovary una mujer adelantada a su tiempo cuando reivindicaba su propio espacio de deseo y pasión en la estricta sociedad rural francesa decimonónica o simplemente una mujer con la cabeza llena de pájaros? Para la cineasta franco-americana Sophie Barthes la desdichada heroína creada por Gustave Flaubert es más bien lo primero, una mujer aún muy niña cuyos sueños de libertad quedan sepultados por el peso de una rutina asfixiante, vulgar y sin brillo. Bovary es la última de las románticas y quién mejor que Mia Wasikowska - comedida y vulnerable, formal y soñadora- para encarnar a uno de los grandes arquetipos femeninos de la literatura. Pese a que han existido otras Bovary muy potentes (Isabelle Huppert), en el rostro y los gestos de Wasikowska se conjuga con sutilidad el arco dramático que va de la tensión a la frustración y a la desesperación que sufre el clásico personaje.

    Otra cosa es la aproximación de Barthes a Bovary y su historia. La mirada de la directora se sitúa primero del lado de la protagonista, presentándonosla en una serie de bellas estampas de iniciación que subrayan el carácter travieso y al mismo tiempo tímido de la joven, y mantiene ese aura de romanticismo desviándose de la elegante sorna con la que Flaubert teñía el retrato de su criatura en la obra original. Como decíamos, para Barthes Emma Bovary no es tanto un personaje que vive en una burbuja, aunque también, sino el resultado de una ecuación social que perjudicaba al sexo femenino, relegado a un papel doméstico del que sólo se podía escapar imaginando romances extraordinarios. Esa visión revisionista funciona en cierto modo, sobre todo por las postales preciosistas que acompañan a Bovary, y sitúa esta versión en esa hornada de películas de heroínas románticas que de un tiempo a esta parte llegan a nuestras pantallas (la última, Lejos del mundanal ruido, con Carey Mulligan). Sin embargo, cuando el largometraje se ve en la obligación de aislar a su protagonista -tal y como cuenta la historia de Flaubert-, hundida tras el consecuente choque con la realidad, a Barthes le faltan mimbres dramáticos para poder elevar el drama de Bovary a la categoría de verdadera tragedia. Todo está demasiado medido y es demasiado funcional, y ni siquiera evitar el desgarrador (y repugnante, al menos tal y como lo narra el escritor francés) suicidio por envenenamiento de la joven consigue que esta versión sea muy original.

    A favor: Mia Wasikowska, demostrando que no hay personaje de época que se le resista.

    En contra: Barthes no sabe si ser arrolladoramente romántica o mantenerse contenida y eso, claro, afecta al filme.

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