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    La vida secreta de Walter Mitty
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    La vida secreta de Walter Mitty

    En busca de la felicidad soñada

    por Alejandro G.Calvo

    Vayamos directamente al meollo del asunto: la última película como director de Ben Stiller –cineasta que siempre contará con toda mi admiración tras entregar tres comedias de la talla de 'Un loco a domicilio' (1996), 'Zoolander' (2001) y 'Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!' (2008)-, remake libérrimo del film homónimo dirigido por Norman Z. McLeod en 1947, se lanza sin miedo (ni paracaídas) al siempre complejo terreno de tejer en imágenes de raigambre lírico –siguiendo la poética, tan denostada hoy en día por la crítica, del 'new age' más expositivo- el devenir de un protagonista embebido en sus propias fantasías. Estéticamente Stiller está hoy más cerca del Michel Gondry de 'La ciencia del sueño' (2006) que del Spike Jonze de 'Donde viven los monstruos' (2009), más cerca del Jean Pierre-Jeunet de 'Amelie' (2001) que del Terry Gilliam de 'Las aventuras del Barón Munchausen' (1988).

    Inusitadamente naïf, exacerbadamente romántica y un pelín irritante en su defensa de la aventura exótica y el deporte de riesgo –Groenlandia, Islandia… hasta Afganistán parece un lugar idílico- como paraíso a encontrar para que uno pueda hallar cierta paz anímica, 'La vida de Walter Mitty' es un continuo fluir de imágenes buenrollistas en el límite entre lo emocionante y lo epatante. Un cruel equilibrio que, en mi modesta opinión, creo que la película supera gracias a su condición de película de corte capriano –por Frank Capra, claro, y es que el cine clásico siempre me puede-, donde ese sujeto pequeño y gris a punto de ser engullido por las mandíbulas batientes de una absorción empresarial acabará encontrando la salvación gracias tanto a su imperativo moral como a, finalmente, dejarse llevar por la aventura (la real, no la soñada).

    Obviamente hay límites para todo. Y es que por más bien que nos caigan Ben Stiller y Kristen Wiig y por mucho que pueda llegar a inhibirnos todas las rimas plásticas que la película nos ofrece, todo ello se atranca en el momento en que se dispara su espíritu ONG-ístico y le da por retratar la Felicidad –la F mayúscula no es un error tipográfico- mediante un partido de fútbol con niños afganos, Sean Penn en plan Miguel De La Cuadra Salcedo y un Ben Stiller de look post-grunge. Pero si logramos obviar ese triple tazón de azúcar –afortunadamente a dicha secuencia le sigue uno de los momentos más divertidos de la película: el cacheo y paliza al protagonista a manos de los agentes de control de aduanas, todo ello filmado a través de una cámara de Rayos X- y nos dejamos llevar por el fantástico viaje de Walter Mitty a través de portadas gigantes de Life Magazine mientras pelea como caballero sin espada contra el ignominioso capitalismo contemporáneo que troquela puestos de trabajo día sí y día también, a favor de las empresas y en contra de los trabajadores, bueno, pues se podrá decir que hemos disfrutado con una sonrisa en el rostro. Para mí, más que suficiente.

     

    A favor: Las ensoñaciones y el muñeco elástico.

    En contra: El personaje de Sean Penn.

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