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    Un traidor como los nuestros
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Un traidor como los nuestros

    Agentes por accidente

    por Marcos Gandía

    De un tiempo a esta parte, la literatura, la obra de John le Carré se ha convertido en un divertido y desencantado epílogo a sus títulos anteriores. Como si, observando estos días nuevos y modernos, ya lo único que quedara fuera tomárselo todo con un ligero cinismo crepuscular que reescribiera no únicamente los textos propios (que también: el fresco sobre el espionaje británico y europeo desde los años de plomo de la guerra fría hasta anteayer) con un tono crepuscular, sino los de sus colegas y a veces competidores.

    Si El sastre de Panamá (que ya era como es Un traidor como nosotros un artefacto sobre la mentira y quienes deciden aceptar las mentiras como algo más manejable y productivo que la verdad) era su particular desmitificación/homenaje al Graham Greene de Nuestro hombre en La Habana (desmitificadora ella misma también, y con esa fina ironía que puede derivar en la crueldad), Un traidor como los nuestros es su particular, cariñoso y juguetón pasatiempo literario a costa de Frederick Forsyth… y de John Buchan. De ambos toma la idea del falso culpable utilizado y perseguido por poderes políticos o parapolíticos de cara a un atentado o a algo que tiene que ver con conspiraciones. Utiliza mucho el ritmo frenético controlado casi con tiralíneas de las novelas de Forsyth, siempre puntuadas a pie de página con descripciones y con un timeline de rigurosa investigación periodística y política.

    Y de Buchan, el padre literario de Los 39 escalones, el humor y la conversión de alguien normal en un héroe. Los falsos culpables, los cabezas de turco de una conspiración de despacho de los servicios secretos, son en esta adaptación muy hitchcockniana que es Un traidor como los nuestros, nos recuerdan a los protagonistas de, por ejemplo, El hombre que sabía demasiado. No siendo una película que pase a la posteridad pero con toda la profesionalidad y competitividad de la industria británica, lo que sí es seguro es que en su historia sencilla y muy reconocible hallamos más sinceridad, capacidad de crítica y de subversión que en las últimas obras de un aletargado Oliver Stone.

    A favor: lo entretenida que es su historia.

    En contra: su aspecto de telefilme de lujo.

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