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    La señorita Julia
    Críticas
    3,5
    Buena
    La señorita Julia

    Escenas de la lucha de clases en una cocina

    por Suso Aira

    Al contrario de la mayoría de las opiniones y comentarios que he escuchado y leído (y con mucha atención: uno está aquí para aprender de los demás, incluso del mayor de los zotes), no me parece que Liv Ullman haya sido una elección idónea para adaptar nuevamente a la gran pantalla la pieza teatral de August Strindberg. Lo que no quiere decir que no haya hecho una de las más satisfactorias versiones personales del texto del dramaturgo nórdico, que la ha hecho. Sin embargo, Ullman, tanto como por su formación actoral como por su universo tras las cámaras en el papel de directora, se halla diametralmente alejada de Strindberg y de La señorita Julia. Monumento a la misoginia y al sexo como virus/enfermedad utilizada para preservar las rígidas fronteras de clase social, esta obra de teatro nació para ser digerida y vomitada sobre el celuloide (sí, ya sé que ya no hay celuloide; soy un romántico) por alguien tan cercano a esos juegos de dominio con el poder de fondo como Roman Polanski.

    Pero no estamos aquí para lamentar La señorita Julia que hubiera dirigido el autor de Macbeth (obra no demasiado alejada de la de Strindberg) sino para saludar la que ha imaginado Liv Ullman. Influenciada tanto por su herencia bergmaniana como por ese academicismo de regusto escénico (más acentuado al ser esta una producción británica), Ullman deja en un rincón de esa cocina, que es casi el escenario único del film, todo lo referente al discurso y mensaje sobre la lucha de clases, algo que da por supuesto, para centrar todos sus esfuerzos en la disección de una pareja ligada por el sexo, la pasión y el dominio. Así, esta La señorita Julia es más unos Gritos y susurros o unas Escenas de un (no) matrimonio que lo escrito por August Strindberg. No es una mala elección, ni tampoco la depuración del original (menos personajes, menos trama…) o el primar una suerte de defensa de la sexualidad femenina valiente y alejada de culpabilidades o misoginias. En este sentido, la película funciona y tiene en su pareja principal su mayor virtud.

    A favor: Jessica Chastain y Colin Farrell, espléndidos.

    En contra: Algún que otro vicio innecesariamente preciosista.

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