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    Viaje a Sils Maria
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    Viaje a Sils Maria

    Regreso a los orígenes

    por Carlos Losilla

    El cine francés está de nuevo en la cima, hasta el punto de que sería interminable enumerar aquí algunos de sus últimos hitos. Me limitaré, pues, a uno de los temas que ha frecuentado abundantemente por lo menos desde los años 60 y que ahora empieza a tomar otro giro. Simplemente tomando dos películas como Eden, de Mia Hansen-Love, o Trois souvenirs de ma jeunesse, de Arnaud Desplechin, resulta claro que el misterio de la edad adolescente y juvenil sigue estando ahí, proponiendo cuestiones de visualización y representación que quizá ninguna otra cinematografía se puede permitir a estas alturas. Y de eso parte Viaje a Sils Maria, el último trabajo de Olivier Assayas, un peculiar heredero de la Nouvelle Vague que ha contribuido a enterrar su mito, a practicar un cine global, de múltiples influencias y resoluciones variopintas, que pueden ir desde el cine americano contemporáneo hasta el cine oriental, desde el espionaje hasta el drama histórico, desde la indagación en la intrahistoria francesa hasta la reflexión generacional. Me dejo muchos otros matices, pero no importa: Sils Maria es una película tan importante porque reúne todas esas propuestas, o casi, en la que podría ser la mejor película de Assayas hasta el momento.

    Y no crean que lo hace a modo de puzle, o de pastiche, o de mezcla indiscriminada. Viaje a Sils Maria ostenta un trabajo de puesta en escena tan contemporáneo, tan atrevido, tan libre, que a la vez resulta ser un melodrama y su deconstrucción, un relato clásico y su desmontaje, un universo cerrado en sí mismo y un artefacto con múltiples puntos de fuga que lo convierten constantemente en otra cosa, como si se tratara de un film mutante que avanza por meandros siempre inesperados sin perder de vista lo que quiere. Pero ¿qué quiere? ¿El retrato de una gran dama del cine enfrentada a su decadencia, sobre todo cuando se presta a rodar un remake de una vieja película suya asumiendo ahora el papel del personaje mayor? ¿Un enfrentamiento entre esta diva en declive y su joven secretaria, que la acompaña en ese proceso hasta las tierras de Sils Maria, allá donde vivieron, entre otros, Friedrich Nietzcshe o Hermann Hesse? ¿Situar frente a frente a dos actrices, Juliette Binoche y Kristen Stewart, que podrían estar “interpretando” un docudrama sobre sus propios personajes en la película?

    Todo eso y mucho más, por supuesto. Y en mayor medida aún cuando un acontecimiento inesperado rompe la película en dos y la cámara se centra en escrutar el rostro y los gestos de Binoche, o en hacer visible la ausencia de Stewart, que se convierte en un personaje tan inquietante como el de su compañera. A Assayas siempre le ha apasionado, de algún modo, filmar el presente, los cuerpos jóvenes, el modo en que evolucionan y se enfrentan al mundo que los rodea, ya se trate de una evocación del 68 como Después de mayo (2013) o una confrontación con las generaciones mayores como en Finales de agosto, principios de septiembre  (1998). De hecho, esa es siempre su pregunta: ¿de qué modo los jóvenes, y todo lo que representan, van a hacerse un lugar entre sus mayores sin romper con ellos? Es una cuestión de herencia, de tradición, que Viaje a Sils Maria responde de un modo quizá más pesimista que nunca: la reconciliación se hace cada vez más difícil, el abismo más profundo. Y el cine de Assayas se desagarra entre esas dos opciones como si le fuera la vida en ello. Las mencionadas Eden y Trois souvenirs de ma jeneusse nos dicen que la juventud es efímera y dolorosa. En Viaje a Sils Maria, un personaje está empezando a envejecer y el otro no encuentra su punto de equilibrio. Así es también la película, gestionando esas oscilaciones con mano maestra y proponiendo a partir de ahí todo un diagnóstico de este momento preciso de la cultura de nuestro tiempo, esa encrucijada que todavía no hemos tenido tiempo de entender.

    A favor: Su condición imprevisible, a la vez clásica y libérrima, pero siempre emotiva.

    En contra: No es nada de lo que parece, y eso puede engañar.

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