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    Gabrielle
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Gabrielle

    Educación sentimental sin barreras

    por Paula Arantzazu Ruiz

    La educación sentimental es quizá uno de los grandes temas tanto en el cine como en la literatura, probablemente porque el camino hacia la autonomía y hacia el conocimiento del mundo, intelectual, sensual y sexual, es un trayecto que se presta a toda a clase de conflictos y de lirismos. Sobre este grand sujet se centra la quebequesa Louise Archambault en Gabrielle -modesto trabajo canadiense que, desde que el año pasado se hiciera con el premio del público en el programa de la Piazza Grande de Locarno, ha ido ganando espectadores y premios-; película que sigue a una joven en su despertar hacia la adultez pero que sufre más obstáculos que el resto de los comunes, ya que padece Síndrome de Williams, que le afecta al rendimiento cognitivo. A sus 22 años, Gabrielle (Gabrielle Rivard-Marion) posee un talento excepcional para la música, pero a causa de su discapacidad intelectual no puede valerse por sí misma.

    Archambault narra el proceso de Gabrielle sin evitar ningún escollo (los sobreprotección familiar, la conducta social, las restricciones económicas) en lo que parece un guión demasiado preocupado por no dejar de lado cualquiera de los problemas relacionados con la discapacidad de la protagonista, algo que le quita espontaneidad al trabajo. Su aportación más vivida, sin embargo, es la maravillosa sensibilidad con la que filma las escenas íntimas y los acercamientos sexuales de Gabrielle y su enamorado; en un tratamiento que sí supone un paso adelante para eliminar tabúes acerca del deseo erótico de las personas discapacitadas. Como los ensayos del coro en que participa la protagonista que aparecen en la película, Gabrielle es un acertado ensayo, pero aún queda pendiente la puesta de largo.

    A favor: Su sensualidad.

    En contra: Su final reconfortante de autoayuda.

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