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    El capital humano
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El capital humano

    Muerte de un ciclista

    por Suso Aira

    En la novela que ha dado pie a esta tragedia a ratos social, a ratos casi ópera bufa, la estructura dramática recordaba más al thriller burgués à la Claude Chabrol que al cine de denuncia. Como en los mejores y más recordados títulos del autor francés, El empleo del tiempo utilizaba un hecho criminal (un atropello y fuga mortal, algo que ya usó Chabrol, curiosamente) para destapar y diseccionar las miserias de sus personajes de clase acomodada. En un principio, Paolo Virzì parece que va a emplear ese esquema para ofrecer un discurso político alrededor de la terrible crisis económica que estamos padeciendo. Y sí, eso es lo que en un comienzo creemos estar viendo: el principio del fin de los años del pelotazo y los restos del naufragio del cual sólo sobrevivieron los de siempre a costa de los de siempre también. Sin embargo, poco a poco notamos que al director italiano no le importa tanto el macguffin del ciclista/proletario arrollado por los juegos del poder (o sea: la crítica política directa no es su objetivo principal), como montar una representación teatral típica de la comedia dell’ arte.

    Arlequines que sirven a dos amos (y que quieren ser amos), enredos amorosos y un acercamiento casi paródico (pero muy de la comedia popular italiana de los años 60 y 70) a ese nada discreto encanto de la burguesía. Con un mensaje en el fondo como muy burgués a pesar de su resolución (el oprimido debe comportarse igual de abyectamente que el opresor para obtener un espejismo de justicia), El capital humano funciona mejor cuando se adentra en las debilidades de sus guiñoles que cuando quiere ser melodramática, romántica o crítica. En este sentido, son más interesantes y logradas las tramas de la esposa del financiero (una Valeria Bruni Tedeschi extraordinaria) o del padre de la novia del hijo de esta que lo del chico problemático y la historia de amor consiguiente. Así, Virzì deja a un lado al ciclista con el cual arranca la película porque sabe que lo trágico no le sale nada bien (el horroroso momento en cámara lenta que parece una burda copia del de El padrino III) y sí lo tragicómico. No es David Mamet, ni lo quiere ser: se conforma con parecerse a Dino Risi.

    A favor: la relación de la esposa del financiero con el crítico teatral.

    En contra: lo de la hija y el grafitero malote.

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