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    Doble identidad (Jaque al MI5)
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Doble identidad (Jaque al MI5)

    Hacer las cosas bien o hacer el bien.

    por Israel Paredes

    La serie de la BBC Spooks fue emitida con bastante éxito entre los años 2002 y 2011 en la televisión británica; una vez terminada decidieron realizar una continuación en forma de largometraje, Doble identidad: Jaque al MI5, que no sólo recoge algunos de los personajes de la serie sino que amplía éstos en una narración de hora y media, que bien podría haber servido de un episodio de la serie (algo que en otro tiempo habría sido peyorativo), pero que busca a su vez su propia personalidad.

    Porque Doble identidad: Jaque al MI5, haciendo honor a su título castellano, un poco absurdo por otro lado, posee una doble faceta: intenta ser fiel al modelo televisivo del que surge a la vez que emanciparse de él a través del personaje de Will Crombie (Kit Harington), quien toma el protagonismo frente a Harry Pearce (Peter Firth), principal en la serie y secundario, aunque relevante, en la película. Así, el resultado es una producción que complace a los seguidores de la serie y, a su vez, busca nuevos, sobre todo a nivel internacional a aquellos países en los que no se ha visto Spooks, mediante una narración que se adecua a la perfección a los nuevos caminos emprendidos por el género de espionaje del cine contemporáneo.

    Entre el thriller de intriga y la acción, la película transita con total fluidez de principio a fin, sin apenas transiciones dramáticas: la investigación para averiguar quién es el traidor del MI5 va implícita en la propia acción, por lo que apenas hay necesidad de detenerse para nada. Bharat Nalluri, director de Doble identidad: Jaque al MI5, quien ya se ocupara de algunos capítulos de la serie y que tiene en su haber una carrera tras la cámara más bien modesta, se ocupa de llevar a cabo un trabajo tan mecánico como efectivo que, mediante un buen trabajo de montaje, es capaz de ir articulando una película de gran dinamismo en su ritmo, sin, como decíamos, apenas instantes de sosiego para el espectador, introducido en un carrusel de acción constante que, como poco, consigue atrapar la atención.

    Resulta curiosa la frialdad y la distancia que se mantiene con los personajes, con quienes no se puede empatizar demasiado, quizá la mejor manera de transmitir la vida, algo gris, de unos hombres que, enfrentados a un terrorista decidido a crear el caos en Londres, deben decidir entre hacer las cosas bien y hacer el bien. Nueva disyuntiva en una película en todo momento dual, en este caso, desde una discurso que juega a la ambigüedad, ganando enteros la película con ello, porque revela, de manera deliberada o no, la complejidad de una realidad en la que los actores del sistema se mueven en una línea tan fina y peligrosa en la que nadie, al final, es quien parecía ser.

    Lo mejor: La apuesta por una acción sin pausa y su capacidad para introducir entre medias algunas cuestiones interesantes.

    Lo peor: Que sigue tan de cerca tanto el modelo televisivo del que nace como las películas de espionaje de los últimos años que pierde personalidad.

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