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    Siempre Alice
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Siempre Alice

    Siempre Julianne Moore

    por Paula Arantzazu Ruiz

    No deja de ser una cruel ironía que la protagonista de Siempre Alice, una profesora de lingüística dedicada a investigar la adquisición del lenguaje en las primeras etapas de la vida, acabe sufriendo la enfermedad del Alzheimer, que determinará, por tanto el eclipse de sus días. Irónico ciclo vital que explica esta adaptación al cine del best-seller de Lisa Genova a cargo de Richard Glatzer y Wash Westmoreland (Quinceañera, La última aventura de Robin Hood), a la que no le falta una interpretación más que portentosa (Julianne Moore con muy poco sigue diciendo muchas cosas), ciertas destellos de gracia, pero que tampoco será la obra definitiva sobre la demencia y el pathos de una enfermedad tan intensa.

    Y no lo será porque pese a que el retrato dramático de Alice en su no tan lenta caída hacia el olvido de sí misma es absolutamente convincente, no lo es el de sus allegados, quienes sufren asimismo la dolencia de la protagonista y la ruptura con todo aquello que habían construido juntos pero que no tienen oportunidad de expresarlo en el largometraje. De alguna manera, el relato sobre la degeneración de Alice va marginando a aquellos que no acaban de sentirla como propia también de sus vidas, a excepción de la hija menor de la familia, Lydia (Kristen Stewart demostrando con creces que hay vida más allá de la saga Crepúsculo), el personaje secundario mejor agraciado por tener precisamente más matices. Es en los cara-a-cara entre Lydia y su madre, que a su vez conforman los tres actos en los que está dividido el filme, cuando Siempre Alice gana poderío y su mirada sobre las relaciones maternofiliales encuentra el equilibrio justo entre la fricción generacional y la delicadeza.

    Aquejada de una narración cronológica que se mueve demasiado rápido en el tiempo y sin anclajes claros, decir que el trabajo está pensado para el lucimiento de sus estrella principal es ser del todo injusto, aunque tampoco hay que pasar por alto que sin Moore aguantaría poco. La pelirroja actriz consigue hacer creíble la vulnerabilidad de la protagonista pero también su inteligencia y su tenacidad para ayudarse a si misma -con ejercicios nemotécnicos y otros mecanismos- y no caer en la autocompasión. La película, sin embargo, no logra evitar algún que otro cliché (un intento de suicidio incluido) ni responder a ciertas cuestiones que emergen con el Alzheimer. Un ejemplo: en un momento del filme, Alice ha sido invitada como ponente en una conferencia sobre esta enfermedad y a mitad de su charla se le caen los papeles al suelo, provocando cierta tensión sobre si será capaz de reponerse y remontar o si ese incidente le nublará la cabeza; y, por fortuna, la protagonista continúa con su texto justo en el momento en que se encontraba antes de que su discurso se viniera abajo. Es reconfortante aunque quizá hubiese sido más interesante ver lo contrario.

    A favor: Julianne Moore, en un papel que podría darle su primer Oscar.

    En contra: El paso del tiempo no está muy bien construido y cuesta ubicar las distintas etapas que explica la  película.

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