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    Pride (Orgullo)
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Pride (Orgullo)

    Por la lucha y la unión

    por Israel Paredes

    Cinco años después de Círculo de engaños, mediocre adaptación de una estupenda obra de Sam Shepard, Matthew Warchus regresa con la que se ha convertido en la película británica del año, Pride (Orgullo) y una de las sorpresas de la temporada.

    Ante Pride uno no puede dejar de recordar películas como Full Monty pero también algunos intentos por parte de cineastas como Ken Loach o Stephen Frears de realizar un cine social combativo desde la comedia, rebajando la tensión del drama y, de paso, llegando a más público. Los responsables de Pride toman el relevo. Pero en este caso estamos ante una película más política y, sobre todo, con unas pretensiones historiográficas que buscan no solo recordar unos sucesos apenas recordados en general, sino también crear una cierta resonancia con el presente, no tanto en busca de un paralelismo concreto como para alentar al activismo, a la unión, al compromiso.

    Así, la película nos sitúa en 1984 en plena huelga minera convocada por la NUM, el Sindicato Nacional de Mineros, durante el gobierno de Margaret Thatcher durante la reconversión y desmantelamiento que llevó a cabo de ciertas industrias británicas y que todavía hoy en día se recuerda en el país por las luchas, casi batallas, que se llegaron a vivir en algunos puntos. Pero lo curioso de Pride es que recupera un hecho algo aislado pero significativo y fue el apoyo de la LGSM (Lesbians and Gays Support the Miners), cuando un grupo de homosexuales encabezados por Mark Ashton (Ben Schnetzer), militante gay y comunista, que murió con apenas veintiséis años, deciden recaudar fondos para los mineros. Sin embargo, el rechazo de las zonas mineras a los gays complicó al comienzo su iniciativa hasta que decidieron ponerse en contacto directamente con un pueblo galés.

    La eclosión resultante entre dos comunidades diferentes (el mundo rural que no acepta a los gays), con algún relato de iniciación adolescente de por medio (buscando su identidad) y la lucha en unión como forma de vencer modulan un relato en el que comedia y drama se dan la mano predominando el tono amable de la primera en una película que, sin tapujos, pretende llegar al gran público. No es mala esta opción, sobre todo si se tienen en cuenta sus pretensiones reivindicativas sobre la lucha, el compromiso y la asociación para conseguir objetivos y cambios. De ahí su estilo desinhibido, su ritmo dinámico y su apuesta por un relato carente de dramatismo desaforado. Los responsables de Pride entienden que quizá sea mejor entregar un discurso bien armado –aunque tendente en algunos casos a la brocha gorda- en el que no se eluden los conflictos y las diferencias pero en el que no se entra demasiado en lo más crudo de la historia. Es una opción que funciona francamente bien en Pride, aunque en determinados momentos el sentido festivo que recorre toda la película acaba desmadrándose y resulta exagerado. Pero sus contrastes cromáticos, su uso de la música y las interpretaciones transmiten a la perfección el momento y las ideas políticas que desde Pride quieren hacer llegar al presente.

    Lo mejor: El dinamismo de la historia, que resulta entretenida de principio a fin y que el horrible final se salva porque suena Billy Bragg.

    Lo peor: El final si se obvia a Bragg y ciertos apuntes demasiado enfáticos y prototípicos que restan profundidad a la película.

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