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    El juego de Gerald
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    El juego de Gerald

    Más allá del horror

    por Alberto Corona

    Stephen King tiene muchos trucos para escribir tanto y con tanto éxito, pero el más sencillo de todos, y el verdaderamente esencial, reside en los personajes que protagonizan sus historias. Personajes que no sólo están primorosamente construidos, sino que cuentan con una particularidad que los hacen aún más cercanos a los lectores: mucho antes de que las cosas se pongan feas, éstos ya están bastante fastidiados. De este modo el desencadenante, o el componente sobrenatural, sólo es una desgracia más de las muchas que penden sobre la vida de los protagonistas; algo que ha entendido a la perfección Mike Flanagan, y que justifica el hecho de que El juego de Gerald sea una adaptación de King tan formidable. 

    La novela del mismo título, publicada en 1992, se hacía eco del exponencial interés del escritor de Maine por retratar la psicología femenina, muchos años después del estruendoso debut que supusiera Carrie en los 70. A través de la historia de Jessie, trágicamente atrapada en un juego sexual con su marido muerto en el momento menos indicado, asistíamos a las desventuras de un personaje enormemente complejo y provisto del pasado correspondientemente oscuro... además de disfrutar de un angustioso relato de suspense y pizcas de terror sobrenatural. Mike Flanagan, competente director que ya nos entregara discretos films como Somnia, dentro tus sueños o Ouija, el origen del mal, sabe perfectamente cómo gestionar las prioridades del relato, de modo que la nueva producción de Netflix sea, ante todo, un drama psicológico. 

    Una excepcional Carla Gugino —enésimo exponente de lo poco que Hollywood cuida a sus actrices— encarna a la protagonista, mientras que Bruce Greenwood le da la réplica con convicción en lo que al principio parecía el personaje menos agradecido, por contar con un perfil radicalmente diferente al descrito en el original literario. Gracias a ellos, a una puesta en escena que afortunadamente nunca recurre al susto fácil, y a una sorprendente fotografía a cargo de Michael Fimognari, El juego de Gerald se constituye como la estimulante película que es, siempre efectiva y emocionante, e incluso esquivando con maestría las posibles fallas planteadas por el guión, como la naturaleza de la voces que escucha la aturdida protagonista —una solución facilona, pero que funciona como un tiro— o la decisión de mantener el discutido final del libro, que sin embargo remata de forma muy orgánica todo lo propuesto anteriormente. 

    Si a esto le añadimos una inesperada escena ultragore que es imposible dejar de mirar, y una utilización de los flashbacks que consigue cuajar nuevamente teniéndolo todo en contra, no tenemos más remedio que proclamar, ahora sí, el año de Stephen King, cuando el escritor de Maine es más respetado que nunca, y los grandes estudios se rifan sus adaptaciones. Frente al descalabro de La torre oscura, y la calculada dispersión de la exitosísima It, acaba siendo Mike Flanagan —también guionista del artefacto— quien mejor comprende al escritor, y con mayor maestría sume al espectador en un escalofriante mundo donde quedarte esposado a tu cama en un sitio alejado de la mano de Dios no es lo peor que te puede pasar. 

    A favor: La absoluta fidelidad al manuscrito (y al pensamiento) de King, y cómo ésta desemboca automáticamente en una buena película. 

    En contra: Que haya gente que no conecte con su peculiar epílogo, imprescindible por otra parte para asimilar lo que se nos quiere contar.

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