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    Un otoño sin Berlín
    Críticas
    2,5
    Regular
    Un otoño sin Berlín

    Volver siempre es complicado

    por Quim Casas

    Algo deslavazada, solemne por momentos y monocorde, aunque también construida con cierta sutileza a partir del desarraigo emocional de su personaje protagonista, Un otoño sin Berlín, debut en formato largo de la realizadora vasca Lara Izaguirre, es un filme digno pero poco original. Se centra en el itinerario vivencial y una serie de reencuentros de una chica, June, que regresa a su villa natal después de pasar una temporada en Canadá. Ni lo que encuentra es lo mismo ni ella es igual a la que era entonces. Es más, su marcha es lo que ha socavado a algunos personajes, caso de su padre, que se niega a hablar con ella tras la vuelta, y su antiguo compañero sentimental, que la acepta en el apartamento que compartieron juntos pero tampoco habla con ella y pasa casi todo el tiempo encerrado en su habitación.

    El relato, en apariencia tan devastador –June se fue cuando murió su madre y algo ha pasado, comprimido en esa partida y en el posterior tiempo de ausencia, que ha provocado tanta distancia y rechazo–, aparece condicionado por la extrañeza que en todo momento muestra June hacia las reacciones de los demás, con excepción de los pocos que vuelven a aceptarla: su hermano, una amiga embarazada y el niño al que da clases de francés. Y eso es doblemente extraño, porque la realidad es que ella los dejó colgados a todos, así que no podía esperar otra cosa que el desencanto y la frialdad.

    Las reacciones del antiguo novio no es tan del todo bien expuestas, aunque poco a poco la película adquiere cierta entereza dramática y emotiva, la fractura no se suelda pero empieza comprenderse y los pedazos rotos de tantas relaciones truncadas se van recomponiendo aunque nada de lo que fue podrá volver a ser. La tristeza, algo impostada al principio, se adueña finalmente del conjunto, y si bien Un otoño sin Berlín no es una película lograda, redonda o pulida, sí logra expresar, a zarpazos, cierta deriva que no afecta solo a los más jóvenes y desclasados, sino que es patrimonio de prácticamente todos los personajes que aparecen en la pantalla.

    A favor: la convincente interpretación de Irene Escolar.

    En contra: la extrañeza impostada de varios personajes y situaciones.

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