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    Animal de compañía
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Animal de compañía

    Amores perros

    por Manuel Piñón

    Esta película antes de empezar a verla ya la has visto: un tipo con todos los ingredientes para ocultar bajo su fachada gris a un psicópata se obsesiona con una chica que es presa fácil para él. Podría colarse en su piso, acosarla en el trabajo, seguirla escondido en la oscuridad de la noche, mandarle flores con mensajes que él cree románticos y ella encuentra amenazantes o directamente secuestrarla confiándolo todo al roce cariñoso y a la capital de Suecia. De hecho, Dominic Monaghan hace todas esas cosas en Animal de compañía, pero en 2017, con este subgénero del thriller de terror tan incorporado en el imaginario cinéfilo, aquí hay que venir con alguna novedad. La que su personaje, cuidador de una perrera, propone es encerrar a la chica en una jaula como a un chucho sin chip.

    Esto es con lo que Carles Torrens, uno de los miembros menos destacados de la generación de directores del spanish horror, aspiraba a establecer su sello. O casi todo, porque para que quisieras seguir viendo Animal de compañía pasada media hora sería necesario hacerte un spoiler. Y el giro, siendo relativamente sorprendente, no es lo suficiéntemente interesante como para tener tanta paciencia. Por respeto a los implicados y a los espectadores, preservemos el secreto para esa parte del público que no se pierde una sesión en el Festival de Sitges o que consume terror sin necesidad de que haya pasado tests de calidad.

    Se intuye el intento de plasmar reflexiones sobre la naturaleza del amor, la incapacidad para salvar a otros con la fuerza romántica y, venga, cómo la autoaceptación no tiene porque ser algo positivo, pero para eso hay que afinar mucho entre tanto borronazo. Si se consigue no es por desgracia con la ayuda de los diálogos o la puesta en escena, bastante ramplones en líneas generales. Más bien se debe a Monaghan, al que es imposible no coger cariño después de haber interpretado a decenas de losers y acumula motivos de sobra para rebelarse, y su compañera de reparto, Ksenia Solo, que mantiene la tensión durante sus apariciones y también deja una pregunta sin respuesta: ¿a quién se parece más, a Kristin

    Scott Thomas o Emmanuelle Beart?

    A favor: Sus actores, que consiguen mantener el interés de una película que iba para tópica.

    En contra: El giro narrativo que revela hacia la mitad de la película sorprende pero no

    compensa la espera.

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