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    Eddie el águila
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Eddie el águila

    El gran salto

    por Marcos Gandía

    John Huston fue el máximo practicante en su cine de lo que se vino a llamar épica del fracaso. Desde los ladronzuelos de La jungla de asfalto al sonado boxeador de Fat City. Ciudad dorada, el director se puso del lado de estos perdedores mirándoles con respeto y toneladas de cariño. El gafotas protagonista de Eddie el águila es un perdedor, algo que sabemos y que tiene asumido desde la primera escena en la cual le vemos fracasar. Sin embargo él es quien va a conseguir una gesta que nada tiene que ver con el triunfo tal como se entiende desde la óptica competitiva, y no únicamente en el ámbito deportivo. ¿Podríamos decir que estamos ante una enésima reencarnación de ese homo Huston? Por un lado sí, pero aquí vista desde la mayor de las ligerezas: este fracasado épico carece del halo poético y trágico de los personajes que John Huston nos presentó y se mueve (salta) entre la amable caricatura y una, no menos amable, reivindicación del patito feo como patito feo.

    Este desgarbado y patoso nerd que se empecinó en llegar a unas olimpiadas de invierno y a quedar el último como celebración personal de aquello sobre que lo importante es participar se suma a la estela de otros deportistas del cine, comenzando por el primer Rocky Balboa (no ya el segundo, tercero, cuarto…) y pasando por la de sus (verídicos) compañeros de juegos olímpicos: el equipo jamaicano de bobsleigh. Es precisamente la épica y familiar crónica que la Disney dedicara a estos héroes de los toboganes helados que en la vida habían conocido la nieve (Elegidos para el triunfo, de Jon Turteltaub y con John Candy en el rol del entrenador) la que se aplica, de una manera tan eficaz como formularia, en Eddie el águila. De cómo la cabezonería, la inconsciencia y casi la apología de la estupidez son mejores y más loables virtudes entre estirados comisarios de pista, seleccionadores, ex entrenadores y deportistas de élite.

    La película se pone del lado del tonto, del fracasado, pero no por una convicción romántica de ello (lo que hacía Huston y lo que le engrandecía) sino por esa simpatía (o empatía) que inevitablemente tenemos hacia el novato que se toma su revancha sencillamente convirtiéndose en un freak para las masas. Sin embargo no vamos a ser tan tontos y pedirle a Eddie el águila una profundidad en su discurso y simplemente vamos a dejarnos llevar por ese Mr. Bean o Rompetechos sacando de sus casillas a su preparador (un Hugh Jackman autoparodiándose) y por la ovación que su mínima, nula gesta genera en un público que, en realidad, la única cosa que siente hacia ese antihéroe son las ganas de reírse de él.

    A favor: Los momentos Clouseau entre el saltador y su gruñón entrenador.

    En contra: un exceso de amabilidad y blandenguería hacia los personajes.

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