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    Los del túnel
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Los del túnel

    La paja en el ojo

    por Paula Arantzazu Ruiz

    A la comedia española le sienta bien regresar a sus referentes. En Los del túnel, de Pepón Montero, el faro a seguir es la dupla Azcona y Berlanga, emblemas del humor con aristas patrio cuyos trabajos son capaces tanto de la carcajada amplia como de la sonrisa torcida; y esas dos formas de reírse, o al menos de desdramatizar la tragedia, conviven en feliz harmonía en el guión de Montero y Juan Maidagán, perpetradores de Camera Café, desde ya uno de los libretos con más estupenda mala leche de 2017.

    En Los del túnel todo arranca en ese momento en que las películas de catástrofes americanas concluyen, es decir, en el plano-grúa que se eleva hacia el horizonte para mostrarnos que después del desastre hay un final feliz: familias que se reencuentran después de muchas desavenencias, rencillas que quedan olvidadas, besos apasionados frente a unas ruinas que ya han quedado en el pasado. Los supervivientes del accidente no por casualidad conforman el espectro de lo que viene a ser la España media, estándar: una familia pija; una pareja de homosexuales, uno de ellos concejal en una localidad pequeña; otra familia cuyos mayores viven en una situación algo desvencijada; un par de policías nacionales; un chaval ni-ni; otra chica con la cabeza llena de pájaros (creativos); un tipo de origen ecuatoriano que trabaja de repartidor; y, cómo no, el cuñado de turno, interpretado por un Arturo Valls en su salsa. Sólo él podía ser el cerebro al que se le ocurre crear un grupo de whatsapp, hacerse selfies para retratar la experiencia catastrófica y otras lindezas que no nos muy ajenas. Así, el grupo de renacidos, una vez han visto la luz al salir del túnel, tratarán de darle la vuelta a las miserias de sus vidas y hacer, de una vez por todas, el bien para ellos y para los que les rodean. Pero, ¿serán capaces de tanta generosidad?

    No vamos a adelantar acontecimientos en estas líneas, pero sí decir que Montero se sirve del personaje de Arturo Valls para reírse de todos los tópicos del heroísmo bienintencionado con el objetivo de revelarnos que tras la tragedia lo que nos espera en casa es la misma rutina de siempre. Nada de musiquita de violín, a lo sumo una cinta de Los Pecos que no se puede extraer del radiocasete del coche y nos tortura día y noche cuando nos ponemos al volante de nuestras vidas. Porque a nadie le gusta ver este tipo de vigas en el ojo propio, pero reírse de la paja en el ajeno es el principal deporte nacional. Eso es lo que enseña Los del túnel y qué bien sientan sus muecas corrosivas.

    A favor: Su acidísimo planteamiento.

    En contra: Tal vez haya alguna subtrama que podría haber sido más desarrollada (la hija de la familia de pijos), pero poco más.

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