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    Rams (El valle de los carneros)
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Rams (El valle de los carneros)

    El silencio de los borregos

    por Daniel de Partearroyo

    En paralelo al asentamiento de su compatriota Baltasar Kormákur (101 Reikiavik, 2 Guns, Everest) en Hollywood y la utilización masiva de sus extraordinarios escenarios naturales como plató para cine espectáculo, el cine islandés está experimentando en los últimos años un paulatino florecimiento también en los circuitos de los festivales internacionales con la obra de nuevos cineastas que empiezan a firmar sus primeros trabajos. Hace un par de años, la equina De caballos y hombres (Benedikt Erlingsson, 2013) tuvo un recorrido mundial lleno de premios y en 2015, antes de que Sparrows (Rúnar Rúnarsson, 2015) se alzara con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, Grímur Hákonarson ya había triunfado con el máximo galardón de la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes gracias a Rams (El valle de los carneros).

    El segundo largometraje de ficción de Hákonarson se ocupa de la enquistada historia de rivalidad absoluta que mantienen dos hermanos, Glummi y Kiddi, además vecinos y competidores en la cría de los mejores carneros de la zona de la isla donde viven. La problemática convivencia y disputa entre vecinos es un tema tan inagotable como fructífero en buenas manos. Los ardides de los protagonistas y las trastadas que se hacen construyen un planteamiento parejo en sentimiento a la obra maestra en miniatura de Norman McLaren Neighbours (1952), pero una supuesta infección vírica del ganado de la zona y el mandato gubernamental que obliga a sacrificar a los animales lleva la historia por otros derroteros menos jugosos y más previsibles.

    Sin secundarios tan genuinamente pintorescos como los que podría haber convocado un Aki Kaurismäki cuya influencia a veces se siente espectral, Hákonarson desgrana la progresión de hostilidades de su propio guión con elegancia y mesura narrativa, dejando que los planos respiren y tratando al abrumador paisaje islandés como un elemento insoslayable pero al margen de exotismos en la mirada. Como concluye Rams (El valle de los carneros) durante su sobrecogedor final –quizás el mayor acierto, capaz de justificar los momentos más flojos y reiterativos del resto del metraje–, tanto Glummi como Kiddi, sus vecinos y sus carneros, no son nada más que unas frágiles criaturas diminutas en medio de las fuerzas ajenas de la Naturaleza. Allí donde la envolvente música de Atli Övarsson –otro compositor musical que ha encontrado su hueco en Hollywood, como el nominado al Oscar Jóhann Jóhannsson– calla y sólo queda la ventisca o el ruido blanco de la nieve posada, Hákonarson encuentra un ímpetu que se habría agradecido durante el resto de la película y nos deja muy interesados en los próximos caminos que pueda tomar su filmografía.

    A favor: El buen aprovechamiento de la descomunal fuerza del entorno y la sensatez narrativa del cisma entre los protagonistas.

    En contra: Tiene poco más que ofrecer.

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