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    Infierno azul
    Críticas
    3,5
    Buena
    Infierno azul

    Naúfraga

    por Xavi Sánchez Pons

    Quizás por haber iniciado su carrera casi por sorpresa en los Estados Unidos con el terror de batalla de La casa de cera -película que recuperaba en clave moderna el exploit de autocine y consumo rápido de Roger Corman-, a Jaume Collet-Serra, al menos en nuestro país, no se le ha dedicado la atención que merece. No solo me refiero al hecho de que se le reconozca por ser un director español que se mueve como pez en el agua en Hollywood, que también, sino porque atesora una filmografía llena de logros con la fuerza suficiente para ponerle en el podio de los cineastas europeos más interesantes que ahora mismo pululan por el cine yanqui. Y es que, tras ese pequeño clásico de terror psicológico lleno de mala baba que es La huérfana, y su trilogía de thrillers con Liam Neeson, Sin identidad, Non-Stop (Sin escalas) y el excelente neo-noir con resonancias a Walter Hill Una noche para sobrevivir -su mejor película-, el catalán confirma su buen estado de forma en Infierno Azul. Un survival de terror con tiburón asesino de por medio que coquetea con las monster movies clásicas para trazar una atractiva historia de superación.

    Collet-Serra, un director que se adapta y juguetea con los géneros de forma atrevida y siempre aplicada a nivel visual, se atreve en Infierno Azul a guiñar el ojo al Tiburón de Steven Spielberg –el diseño del escualo, la boya, los momentos shock a lo William Castle y las aguas teñidas de rojo- en clave minimalista: aquí la acción transcurre en un espacio delimitado y con los elementos mínimos. Una surfista en plena crisis existencial se queda atrapada en una roca tras sufrir el ataque de un tiburón. La roca que la protege no es segura del todo; cuando suba la marea quedará sumergida en el mar y al alcance del depredador marino. ¿Cómo logrará pues la protagonista zafarse de la amenaza? A partir de ese argumento mínimo, el cineasta catalán construye un ejercicio de suspense y terror bien armado gracias al eficaz uso de los recursos a su alcance. La acertada planificación de las escenas que muestran los ataques del tiburón –en ese sentido el clímax final es una maravilla-, la forma natural en la que Collet-Serra acelera o ralentiza la acción, el contrapunto cómico necesario en el relato gracias al personaje secundario de la gaviota amiga de Blake Lively, la estructura de flashback que descubrimos en la última media hora, los coqueteos acertados y justos con el found footage, y la utilización prodigiosa de eso que en el Hollywood clásico se llamaba economía narrativa; algo que parece haber olvidado el cine comercial de ahora y que el catalán recupera acertadamente.

    Más allá de sus aciertos como película de género y el empleo inteligente del lenguaje cinematográfico, Infierno azul destaca también en lo emocional. Las ideas de cómo una destinación paradisíaca asociada a un buen recuerdo puede acabar convirtiéndose en una pesadilla, o que la mejor manera de superar un trauma es huir o cambiar de aires cuando en realidad sabemos que eso a veces empeora aún más las cosas –los diablos interiores los lleva uno dentro, viaje donde viaje-, están presentadas en el filme de forma sencilla pero efectiva. Algo que enriquece el notable ejercicio de terror playero de Collet-Serra.

    A favor: lo bien que maneja el espacio y el tiempo cinematográficos.

    En contra: la edulcorada coda final.

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