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    Cartas de la guerra
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Cartas de la guerra

    Misivas y vivencias

    por Quim Casas

    Adaptación fiel, en la forma, de una novela epistolar de António Lobo Antunes en la que reconstruye la correspondencia que mantuvo con su esposa mientras se encontraba en la guerra de Angola, Cartas de la guerra es una excelente muestra de cómo relacionar imágenes, voz y texto, asumir y desdoblar la primera y tercera persona de la voz narrativa: sobre planos de António, un oficial médico del ejército portugués en Angola, oímos la lectura de sus cartas a través de una voz femenina, como si en ese mismo momento ella las estuviera leyendo mientras nosotros vemos la cotidianidad apesadumbrada de quien se las ha escrito.

    El trabajo con la palabra es portentoso, así como el tratamiento de la imagen en blanco y negro. Resulta difícil imaginar esta película en color, o con otra cadencia que no sea la epistolar. El realizador, Ivo Ferreira, utiliza muy bien los espacios para enmarcar la soledad y angustia del personaje, sea la cubierta del barco que les desplaza hacia el frente bélico o los barracones del cuartel, pero en el dispositivo de estos escenarios alineados con las cartas leídas, la película penetra en un territorio magnífico, pero apenas explorado, como el que transitó Marguerite Duras en su magistral India Song

    También podríamos establecer ciertos paralelismos, menos ensimismados, con algunos momentos fuera del contexto bélico, con la añoranza del hogar y la mujer querida, que dibujó Terrence Malick en La delgada línea roja. Pero es también el calado hondo de Jean Vigo y Jean Genet el que aparece en secuencias como la del deseo y la fantasía entre los dos amantes que se sueñan y se quieren en espacios distantes. 

    El tono es precioso, pero no esteticista. El director crea un mundo antagónico con la realidad bélica, un espacio soñado en medio de la violencia del conflicto. La avanzadilla del cine portugués contemporáneo sigue firme. A los nombres de Miguel Gomes (Tabú, Las 1001 noches), Joao Canijo (Sangue do meu sangue), Pedro Pinho (A fábrica de nada) y la más veterana Teresa Villaverde (Colo), sumemos ya el de Ivo Ferreira. 

    A favor: El extraordinario trabajo de fotografía, la relación entre imagen y palabra. 

    En contra: Ese tono apesadumbrado tan propio de casi todo el cine portugués.

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