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    Mamma Mia! Una y otra vez
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Mamma Mia! Una y otra vez

    Todo sobre mi madre

    por Alberto Corona

    En el verano de 2008, hace diez años, vimos cómo gracias a El caballero oscuro un género se hacía mayor y, Wall·e mediante, cómo un estudio de gran talento daba un triple salto mortal en cuanto a ambiciones temáticas. En el verano de 2008, época en la que Christopher Nolan consolidó su prestigio y Pixar se convirtió en lo que es hoy, también fue estrenada Mamma Mia!, adaptando el musical de ABBA, con el afán de tranquilizarnos y susurrarnos cariñosamente al oído “tranquilos, la industria del entretenimiento no se está intelectualizando por completo”. Podéis seguir disfrutando sin pensar. Podéis seguir consumiendo el cine como si fuera una ocasión especial de tantas, y llamar a vuestros abuelos, padres, parejas, para que se unan a la fiesta. Mamma Mia!, dirigida con abismal pereza por Phyllida Boyd, terriblemente interpretada, y salvajemente hortera, era justo lo que necesitábamos ese verano. Por el contrario, nadie parecía necesitar Mamma Mia! Una y otra vez. Y sus responsables lo sabían.

    Lo primero que sorprende, pues, de esta inesperada continuación, es cómo cuestiona la condición intrínseca del film fundacional como 'feel-good movie', donde nunca puede suceder nada malo, y el único objetivo de sus personajes es abrazar al espectador para a continuación invitarle a un margarita. Mamma Mia! Una y otra vez, y esto es algo que quizá desconcierte a más de uno, tiene conflicto, tiene drama y, sobre todo, tiene cosas que decir, articulando una estructura narrativa que, de forma muy similar a El Padrino. Parte II — intentemos no recrearnos más de la cuenta en que la obra maestra de Francis Ford Coppola sea el principal referente de este “inocente” artefacto veraniego—, no sólo inyecta complejidad al argumento, sino que engrandece el recuerdo de la obra original y consigue un todo equilibrado y mucho más sesudo de lo que pudiera parecer a primera vista. Con el protagonismo de Donna (Meryl Streep) drásticamente mermado, el guión de Ol Parker echa la vista atrás al mismo tiempo que desarrolla los esfuerzos de Sophie (Amy Seyfried) por hacer justicia al legado materno, y esta secuela-precuela retrata las andanzas de Donna cuando era joven, tenía el rostro de Lily James, y alternaba los bolos de Donna & The Dynamos con una insensata sucesión de amores de verano.

    No hace falta decir que la labor de James está a varios años luz del trabajo de Meryl Streep —cantar canta bastante mejor que ella, pero eso no le importa a nadie—, y que los tres chavalines que interpretan a Pierce Brosnan, Stellan Skarsgård y Colin Firth en sus años mozos ya bastante tienen con intentar que podamos distinguirlos entre ellos —aunque, SPOILER, no lo consigan. De hecho, la parte del pasado está durante la mayoría de sus tramos enormemente deslucida, y palidece ante la celebración que supone ese regreso de caras conocidas y deliciosas incorporaciones que es el presente. Cher y Andy García, en ese sentido, se erigen sin problemas como los reyes de la función durante los siete minutos que aparecen en pantalla, y poco puede hacer el 'coming of age' de Donna para hacerles frente: únicamente ha de limitarse a recoger los frutos de un guión que sólo durante su tercer acto empieza a dar muestras de lo bien ensamblado que está, y de lo sabiamente que ha estado jugando con nuestros sentimientos.

     Cuando una película con el título de Mamma Mia! tiene tan claro a dónde quiere ir, y se esfuerza tanto para justificar su propia existencia, incluso acaba por importar poco que la vertiente más puramente musical acabe pasando a un segundo plano. Eran muchos los que temían que, tras la sucesión de hits de la primera película, en la continuación no quedaran más que tímidas Caras B, abandonadas a su suerte ante la manifiesta incapacidad de la saga para elaborar números musicales decentes, y así ha sucedido en parte, pero con matices. Y es que hay un par de secuencias sorprendentemente apabullantes —sobre todo dejadas para los últimos minutos, corrigiendo así la sensación anticlimática que se percibía en el desenlace del film original—, y además, por si no lo sabíais, ABBA no tiene Caras B. Eso es para los grupos normales, mundanos, y ABBA no es uno de ellos. Más quisieran. Aún así, por si cierto sector del público no está familiarizado con esta verdad universal, se retoman varios de los temas míticos, y de esta forma obtenemos la mejor escena con Dancing Queen por medio que nos ha dado nunca el Séptimo Arte. Aunque sólo sea porque sale Colin Firth bailando de forma ridícula. 

    Así que sí, Mamma Mia! Una y otra vez es, contra todo pronóstico, un entretenimiento asombrosamente inteligente, y al mismo tiempo tan generoso con el público como se ofrecía aquel modesto film que durante el verano del 2008 vino a salvarnos de la trascendencia, el existencialismo y la dictadura del ceño fruncido. La película de Ol Parker tiene lo mejor de todo esto, sin embargo, y mantiene la frivolidad, la ofensiva estereotipación europea, o los sonrojantes chistes de penes, como personalísimas herramientas. Vamos, que sigue siendo Mamma Mia!, y si tuviéramos una todos los veranos, el mundo sería un lugar mucho mejor donde vivir.

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