Cuando una película de terror consigue convertirse en fenómeno viral incluso antes de estrenarse, siempre queda la duda de si funcionará más allá del chiste fácil. Lo sorprendente de M3GAN es que no solo cumple con el show prometido en tráilers y clips compartidos hasta la saciedad, sino que logra sostener una propuesta tan ridícula como divertida durante toda su duración.
La idea es sencilla: muñeca inquietante, mezcla de inteligencia artificial y juguete infantil, que se sale de control. Lo hemos visto en mil variantes, desde Chucky hasta Annabelle, pero aquí el giro está en el tono. James Wan como productor y Gerard Johnstone en la dirección entienden que la clave no es solo dar sustos, sino equilibrar terror y comedia negra con un pulso casi de sátira tecnológica. La muñeca, lejos de ser solo un monstruo, acaba convertida en icono pop, con bailes imposibles y frases que parecen diseñadas para reventar TikTok.
No todo es perfecto. Hay momentos donde la trama parece ir por caminos demasiado previsibles y algunos secundarios quedan desdibujados. Pero lo cierto es que la película nunca se toma demasiado en serio a sí misma, y eso juega a su favor: cada vez que amenaza con caer en lo convencional, la propia M3GAN se encarga de romper la tensión con un gesto, una canción o un movimiento que te arranca una carcajada.
El reparto funciona muy bien, especialmente la joven Violet McGraw, que aporta una inocencia necesaria para que la historia no se descontrole del todo. Allison Williams, por su parte, mantiene el equilibrio entre drama y sátira, sin caer en la caricatura. Y lo más importante: el diseño de M3GAN es tan perturbador como magnético. Sus movimientos mecánicos, su mirada fija y esa sonrisa artificial son suficientes para quedarse grabados en la retina.
En definitiva, M3GAN no pretende reinventar el género ni dar lecciones sobre la inteligencia artificial. Es un producto pensado para entretener, para jugar con el público entre sustos y risas, y para dejar un personaje que probablemente veremos en más entregas. Puede que no dé verdadero miedo, pero como experiencia colectiva en cine es una delicia: la típica película que disfrutas más en sala, riendo y sobresaltándote junto a desconocidos.
No será un clásico del terror como El exorcista ni un ejercicio de estilo como Hereditary, pero tiene algo que muchas cintas de género olvidan: ritmo, carisma y un personaje que ya es leyenda del horror contemporáneo.