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    First Love
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    First Love

    Un Miike más contenido de lo normal

    por Violeta Kovacsics

    El cine de Takashi Miike funciona por acumulación. Su obra contiene un centenar de películas. Sus planos son a menudo excesivos, ya sea en su retrato frontal de la violencia o en su acercamiento a otras formas, como las del manga. En First Love, hay otra superabundancia: aunque su epicentro son dos jóvenes solitarios –un boxeador amenazado por una enfermedad terminal y una prostituta acechada por el mono–, la película se expande hacia una infinidad de personajes conectados por un hecho criminal, el robo de un paquete de droga. Dos clanes –los yakuza y una banda china–, una mujer que quiere vengar a su amante, un policía corrupto y un joven gángster que intenta estafar a sus jefes son algunos de los personajes que se cruzan por el camino de los dos jóvenes, que, a su vez, se topan por azar. Él, lleva una chaqueta granate, similar quizá a la del rebelde sin causa encarnado en su momento por James Dean; los dos son almas marginales, como lo eran los personajes de Ray, tan amante de las soledades encontradas como de retratarlas mediante el CinemaScope.

    En First Love, Miike recurre poco al corte: es el plano ancho el que se impone. Dentro del cuadro, conviven los distintos personajes, en espacios a menudo abigarrados, en los que en primer término se contemplan objetos y de fondo se ve el escenario ya sea urbano o de interiores. La puesta en escena de Miike resulta tan singular que incluso es así cuando usa la profundidad de campo. El ring deviene así un espacio para nada diáfano; los yakuzas re reúnen en un salón de tonalidades doradas y en el que cuelgan lámparas de araña; y, sobre todo, el clímax transcurre en un almacén en el que todos se retan, en los pasillos oscuros.

    Miike reina en el caos aparente. Si First Love es una de sus mejores películas es por su capacidad de congregar el orden con el embrollo: lo hace desde la composición de sus planos siempre llenos hasta el amalgama de protagonistas. El exceso es evidente, y aún y así, First Love resulta una película eficiente: su guión es alambicado pero extremadamente sólido. En el último mes, he visto dos películas de criminalidades entrecruzadas sometidas a las inflexibilidades del destino: Time to Hunt y Beasts Clawing at Straws, artilugios diseñados desde el guión en los que el corsé de una trama de tiralíneas apenas permite la entrada de aire.

    Por contra, en Jam, de SABU, un relato de vidas cruzadas, los encuentros geométricos se revelan elásticos, como las formas del jazz, que parten de un punto fijo para dirigirse hacia la libertad creativa. First Love se construye claramente sobre una historia perfectamente tramada, pero Miike se permite desatarse, no mediante lo que sucede sino a través del cómo. Sobre esta base robusta, Miike se suelta. Lo hace cuando la protagonista ve fantasmas, como los de Dancing Mary, la película de SABU. En el metro, la chica cree observar a su padre bailando en calzoncillos, y Miike lo muestra en un plano frontal, con dos pasajeros que se muestran impasibles ante el espectáculo irreal, y con la fuga del siguiente vagón. Lo hace también desde el inicio: cuando un yakuza rebaña la cabeza de un individuo, cuya figura logra dar un par de pasos una vez muerto. El exceso también es el movimiento de un cuerpo sin cabeza.

     

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