No todo el cine de acción necesita reinventar la rueda para funcionar. Estragos (o Havoc, en su título original) lo sabe y lo abraza. Con Gareth Evans al mando y Tom Hardy como protagonista absoluto, la película entrega justo lo que promete: violencia descarnada, escenarios oscuros y una tensión constante que apenas deja respiro. No es elegante ni sutil, pero tampoco lo intenta.
Desde el primer tiroteo, la película deja claras sus intenciones. Aquí lo que importa es el ritmo, las peleas cuerpo a cuerpo y ese diseño de producción que sumerge al espectador en un universo sucio, casi de cómic urbano. Todo luce sucio, húmedo, peligroso… y muy creíble. El guion, sin ser brillante, cumple su función y consigue que sigas interesado en lo que está pasando incluso cuando el caos manda.
Tom Hardy está espectacular. Puro músculo, mirada perdida, mandíbula tensa. Le crees cada golpe, cada jadeo, cada caída. La cámara lo sigue como un animal herido y peligroso, y él se deja llevar con una entrega absoluta. A su lado, Forest Whitaker y Timothy Olyphant cumplen con solvencia, pero está claro que el peso lo lleva él.
Lo mejor de Estragos es que no busca engañar a nadie. Es cine de acción de vieja escuela, pero rodado con una técnica que pocos manejan como Evans. La coreografía de las peleas, la forma de mover la cámara, el uso del espacio… hay momentos realmente brillantes que merecen ser vistos en bucle.
Quizá no tenga el impacto narrativo de The Raid, ni su sorpresa, pero Havoc compensa con estilo, garra y brutalidad. No es perfecta, claro: hay escenas que podrían haberse recortado, y el ritmo en la parte central baja un poco. Pero si te gusta este tipo de cine, es difícil que salgas decepcionado.