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    Los Inmortales III: El hechicero
    Críticas
    0,5
    Pésima
    Los Inmortales III: El hechicero

    La saga que no muere

    por Nestor Hidalgo

    Aunque la incompetente franquicia de 'Los inmortales' había encontrado un refugio rentable en la pequeña pantalla en forma de serie de televisión (protagonizada por Adrian Paul), dos años después y en paralelo a su emisión, tuvo lugar el estreno de esta nueva secuela cinematográfica. Sin tener en cuenta los caóticos acontecimientos de la anterior 'Los inmortales II: El desafío' (Russell Mulcahy, 1991), el film ocupa el lugar de una continuación alternativa e independiente a la original 'Los inmortales' (Russell Mulcahy, 1986); es decir, igual que hacía la serie de televisión, pero manteniéndose al margen. Esta saga es así.

    Hay que reconcer a Andrew Morahan, el director de videoclips de turno que sustituye a Russell Mulcahy en la silla de dirección, que por lo menos esta tercera intenta divertirse más con la variedad de momentos históricos en los que puede encuadrar a su protagonista, el inevitable escocés Connor MacLeod (Christopher Lambert), jugando con el Japón del siglo XVI, la Francia del XVII y la Nueva York contemporánea. Pero después llegan las chapuceras escenas de acción, los cursis planos aéreos y una inenarrable escena de sexo que concentra lo peor del horterismo ochentero (¡en 1994!) y es fácil olvidar cualquier voluntad de benevolencia.

    A favor: Deborah Kara Unger.

    En contra: Todo lo demás.

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