El regreso a la pantalla grande de Vigalondo
por Sara HerediaNacho Vigalondo posiblemente sea el creador con el mundo interior más rico de toda nuestra industria. Son varias películas las que le han llevado a ganarse ese título, comenzando por la conocidísima Los cronocrímenes (2007), que le llevó a ser conocido fuera de nuestras fronteras y hasta se planteó un 'remake' estadounidense. Claro que unos años antes había estado nominado al Oscar como Mejor cortometraje español por el siempre recomendable 7:35 de la mañana. Es un habitual del Fantastic Fest de Austin, donde ha sido galardonado por Colossal (2017) y se le percibe de manera unánime como una de las grandes voces de lo fantástico en nuestro país.
Ahora regresa a la pantalla grande con Daniela Forever, una película muy a lo Ruby Sparks (2012) o La ciencia del sueño (2006) en la que Nicolas tiene el poder de controlar sus sueños y así poder reencontrarse con su novia fallecida. Al comienzo, como todas estas cintas románticas, la relación es maravillosa. Mejor incluso de lo que fue en la vida real. Pero pronto se empieza a derrumbar por culpa de los límites del propio Nicolas.
Vigalondo explora el duelo llevándoselo a su terreno, a través del surrealismo y la ciencia ficción que tan bien sabe manejar. Establece sus propias reglas para construir un mundo a su medida, donde poder jugar -y se intuye que se lo ha estado pasando pipa- con el género fantástico, romántico y de drama. Todo a la vez. En el terreno más estético, la parte de los sueños de Nicolas cumple con un sobresaliente.
En el terreno emocional, también hay mucho a tener en cuenta. El dolor por la pérdida de un ser querido impregna cada escena de la película. No llega a ser un drama, pero este aspecto es el que permite el desarrollo del protagonista -interpretado por Henry Golding- y evita que se convierta en una cinta plana centrada únicamente en lo más visual. Si la trama avanza es porque Nicolas está procesando el duelo y dejando ir pensamientos tóxicos. De hecho, lo que me parece más interesante de la propuesta de Vigalondo es cómo el protagonista aprende a respetar a su compañera y -sin desvelar nada de la trama- darle cada vez más libertad. Sin ser reivindicativa ni explícitamente feminista, Daniela Forever habla con mucha soltura de las necesidades individuales. Se nota que hay mucho trabajo de terapia detrás.
Puede que el ritmo se vea lastrado en ocasiones, que quizás tenga metraje de más, que con un poco más de brío hubiese sido una película perfecta. Pero es una propuesta que no debe pasar desapercibida en nuestro cine y una ocasión más para darle las gracias a Vigalondo por salirse siempre del camino.