Rob Reiner consiguió durante los ochenta el hacerse un nombre dentro del cine norteamericano con títulos como Cuenta conmigo, La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally o Misery, éxitos que no volverá a repetir a pesar de trabajar constantemente salvo en 1992 con la que es para muchos su mejor película, Algunos hombres buenos. Contando con un magnífico elenco electoral, Reiner llevó a la pantalla la obra teatral del hoy reconocidísimo, entonces algo menos, Aaron Sorkin, quien también se encarga del guion, para narrar una película dentro del subgénero, otrora mucho más presente, del cine jurídico-militar desde una perspectiva crítica bien introducida en la tradición liberal norteamericana. Reiner logra en Algunos hombres buenos, en más de dos horas, el crear una narración dinámica, de ritmo dinámico, con una intriga bien dosificada que poco a poco va desvelando asuntos más allá
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