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    Lincoln
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Lincoln

    La trastienda de la libertad

    por Carlos Reviriego

    Tras 150 minutos de película, que describe con densidad verbal, aspecto cuasi-teatral y pedagogía histórica los cuatro últimos meses en la vida de Abraham Lincoln, podemos preguntarnos: ¿hemos visto una película de Steven Spielberg? Incluso cuando el autor de 'La lista de Schlinder' (1993) se ha adentrado en terrenos de historiografía política –la última vez en 'Munich' (2005)–, su sello cinemático, como si fuera una marca de agua sobreimpresionada en la pantalla, siempre se dejaba ver (y escuchar). Pero es que en más de un aspecto, 'Lincoln' tira por la borda algunas convenciones adquiridas no solo por el estilo del director norteamericano, sino por el tratamiento narrativo de este modelo de películas.

    'Lincoln' no es un 'thriller' político, aunque comparta algunas de sus dinámicas en torno a la creación del suspense, y tampoco es el efímero 'biopic' que podíamos esperar de Hollywood, esos que se dedican a dramatizar una serie de 'grandes éxitos' en la vida de un mito de la cultura o la historia norteamericana. La primera decisión inteligente de Spielberg y el guionista Tony Kushner es confinar a unas pocas semanas, los últimos meses en la vida de Lincoln, el desarrollo dramático del film, que prescinde por completo de los recurrentes flash-back en los relatos biográficos. Fue entonces cuando el presidente número 16 de los Estados Unidos, la figura política más admirada en su país, libró y ganó su batalla decisiva: la de la 13ª Enmienda, que abolió el esclavismo y, consecuentemente, puso fin a la cruenta guerra civil norteamericana.

    Todo lo demás acontece fuera del campo de visión. No solo su asesinato, también los horrores de la guerra civil (que tienen un breve tratamiento en el prólogo y en una intensa secuencia en la que Lincoln se pasea en caballo por los campos de devastación donde se apilan cadáveres de soldados) y, curiosamente, también las vidas de la población negra, auténtico sustrato oculto del film, reducidas aquí a presencias testimoniales. En este sentido, 'Lincoln' bien podría ser el contraplano (tanto en el fondo como en las formas) de dos de las películas menos apreciadas en la filmografía de Speilberg, 'El color púrpura' (1985) y 'Amistad' (1997), que también versaban sobre los derechos civiles de la población negra. Lo que era exceso melodramático y énfasis emocional, aquí es contención dramática y un tono que sorprende por su neutralidad, cercana a la gelidez afectiva, para tratarse de Sielberg. Hasta el propio Lincoln permanece muchos más minutos de lo recomendable fuera del plano, en la trastienda de una trama política cuya sombra, en todo caso, nunca se desvanece.

    La ventana de la historia que abre 'Lincoln' al espectadornos muestra con una minuciosidad infrecuente el juego político que condujo a la abolición de la esclavitud, desde las estrategias de lobby manejadas en la sombra por Lincoln hasta los pactos debajo de la mesa para conseguir los votos necesarios en el Congreso. En un momento dado del film escucharemos la síntesis perfecta en la boca del congresista Thaddeus Stevens (Tommy Jones), cuando dice (cito de memoria) que "la ley más importante de la historia de Estados Unidos se ha aprobado mediante un proceso corrupto manejado porel hombre más puro y honrado que ha dado América". El retrato de Lincoln durante sus últimos meses de vida nos coloca frente a una figura tan monumental como decisiva en la historia de Estados Unidos (el hombre y el político, el líder moral y el estratega, el legislador y el presidente de un país en crisis, el marido y padre temeroso–, habitada en toda su humanidad y grandeza por Daniel Day-Lewis, y que en gran medida viene a condensar las contradicciones sobre las que se ha fundado la nación de las libertades.

    Para los espectadores que prefieren los fuegos de artificio visuales en lugar de los verbales, 'Lincoln' no es su película. Spielberg abraza la contención también en la dimensión formal y de puesta en escena, pero sin dejarse atrapar por el academicismo que, por ejemplo, lastró 'La conspiración' (2010), de Robert Redford, que vendría a coger la historia en el punto exacto en que la abandona 'Lincoln'. Quién iba a imaginar a Spielberg, sobre todo después de exhibir su vertiente más "disney" y espectacularizada con 'Caballo de batalla' y 'Tintín', conjugando su cine con la sola energía que da la palabra (se habla mucho en esta película) y las interpretaciones de unos actores absolutamente entregados a la causa –no solo Daniel Day-Lewis, también Tommy Lee Jones, y David Strahaim, y Sally Field, y James Spader, y Jared Harris, etc.–, confiando en la sobriedad del plano estático, en las composiciones pictóricas, en la densidad lumínica (los constantes claroscuros haciéndose eco de la ambiguedad moral del drama), sin retóricas de montaje, atenuando hasta hacer casi impercebtible el empleo de la música de John Williams. Spielberg ha hecho una de sus películas más sólidas y perdurables,que será de visión obligada en los colegios de Estados Unidos.También en las escuelas de cine.

    A favor: La sabiduría cinematográfica y la inteligencia del guion para trasladar un episodio determinante de la historia americana sin renunciar a suambigüedad moral o a su precisión histórica.

    En contra: La excesiva duración (no hacían falta 150 minutos). El estiramiento de algunas secuencias pone a veces en peligro el ritmo y la agilidad narrativa.

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